La calidad de la democracia en España

En los 30 años desde la tentativa de golpe de estado del 23-F España ha establecido una democracia, pero a juzgar por los resultados de la última encuesta del CIS (un organismo que depende del Ministerio de la Presidencia) los españoles, en el peor momento económico y político en mucho tiempo, desconfían como nunca de sus líderes.

La valoración de José Luis Rodríguez Zapatero (3,30 sobre 10) es la más baja que ha obtenido y el peor nivel de un jefe del Ejecutivo desde que hay encuestas del CIS, mientras que Mariano Rajoy es aún peor valorado (3,25), a pesar de lo cual, según los sondeos, ganará las próximas elecciones por un amplio margen. Lo lógico, si es que tal término cabe en el vocabulario político, es que el jefe de la oposición y por ende un posible futuro Presidente del Gobierno tenga una valoración más alta que la del actual Presidente, dado que Zapatero lleva siete años en el poder (y el poder desgasta) y estamos a un año de elecciones. ¿España es diferente?

Y por si esto sólo no fuera preocupante, la clase política en su conjunto, y no solo los líderes de los dos partidos mayoritarios, está considerada como el tercer problema para los españoles (20,6%) después del paro (82,4%) y los problemas de índole económica (53,1%). En otras palabras, la clase política se ve como parte del problema y no de la solución como tiene que ser. Hace diez años las respectivas cifras eran 4,8% (clase política), 56% (paro) y 8.2% (índole económica).

Según el último índice de democracia (2010) del Economist Intelligence Unit (EIU), España es uno de 26 países que tienen “democracias plenas” (full democracies). Está en el lugar 18, justamente después de los Estados Unidos y antes que el Reino Unido. El número uno es Noruega.

En la siguiente categoría de “democracias defectuosas” (flawed democracies) están Italia, que con un payaso de presidente no sorprende (¿para cuánto tiempo más?), y Francia, que sí me sorprende. El ranking del EIU esta basado en cinco elementos: proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política y libertades civiles. España sale mejor parada que Italia y Francia por sus notas más altas en funcionamiento del gobierno y libertades civiles.

Coincidiendo con el 30 aniversario del 23-F, y los más de 30 años desde que los españoles aprobaron en referéndum la Constitución Española, Ariel ha publicado “Calidad de la Democracia en España: Una Auditoría Ciudadana” escrito por Braulio Gómez Fortes, Irene Palacios, Manuel Pérez Yruela y Ramón Vargas-Machuca. Es el primer estudio sobre el tema y a diferencia del índice del EIU sitúa a los ciudadanos como los principales evaluadores del sistema a través de una encuesta nacional con cinco dimensiones: democracia y legitimidad; estado de derecho; representación política; capacidad efectiva de gobierno y sociedad civil, cada una con varios indicadores.

Los ciudadanos dan a la democracia una puntuación intermedia (5,12 sobre 10), alejada, como dicen los autores, “tanto de la insatisfacción extrema como de la satisfacción total”. Es una puntuación más bien mediocre.

La dimensión mejor valorada es la legitimidad y es la única que alcanza una nota cercana al notable. Llama la atención, sin embargo, la brecha entre la alta evaluación positiva de la democracia como la forma de gobierno preferida por los ciudadanos (80%) y la poca satisfacción de su funcionamiento en la actualidad (sólo dos de cada cinco se muestran satisfechos).

La dimensión que mide la calidad del estado de derecho no alcanza el aprobado (4,73). Esto tiene que ver con la parcialidad en la aplicación de la ley y la accesibilidad de los procesos judiciales. La corrupción también cosecha valoraciones bastante negativas: en el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparency International la nota de España ha bajado del 7,1 en 2004 al 6,1 en 2010 (más cercano al 10 menos corrupto).

La dimensión que engloba la representación y los partidos políticos solo logra una puntuación del 4,42. De los diez indicadores que componen esta dimensión, siete obtienen un suspenso y cinco de ellos se sitúan por debajo del cuatro. Mientras que la legitimidad de los partidos y la variedad de la oferta se valoran positivamente, otros indicadores demuestran poca confianza en los partidos y una amplia distancia entre éstos y la ciudadanía.

La dimensión peor valorada es la relativa a la sociedad civil, con un 4,32 de puntuación media. Las valoraciones son muy bajas en lo que respecta al nivel de tolerancia de los españoles, su grado de participación política y su capacidad para controlar el poder político. La baja tolerancia me sorprende enormemente y a mi modo de ver no cuadra con el flujo masivo de unos 5 millones de inmigrantes en unos diez años sin mayores incidentes y sin dar lugar a un partido de extrema derecha (¿o es que no hará falta con el giro del Partido Popular?).

En resumen, hay mucho para mejorar pero no hace falta autoflagelarse. Siempre hay que tener en cuenta algo que dice Javier Cercas al final de su libro “Anatomía de un Instante”, su analisis minuciso del 23-F. “La democracia española no lo es [perfecta], pero es una democracia de verdad, peor que algunas y mejor que muchas, y en cualquier caso, por cierto, más sólida y más profunda que la frágil democracia que derribó por la fuerza el General Franco.”