España, según Wert

El agudo sociólogo José Ignacio Wert, ministro de Educación y Cultura, es el peor valorado del Gobierno, según las encuestas, y no por haber escrito un libro publicado hace poco que es el que, en mi opinión, más objetiva y honestamente define el panorama negro del país, con problemas muy difíciles de resolver por una clase política considerada parte del problema y no de la solución.

La proporción de encuestados que menciona “la clase política, los partidos y el Gobierno” como uno de los tres principales problemas a los que se enfrenta España, se triplicó al 30% entre 2008 y 2011. Además, entre las 10 instituciones mejor valoradas, no existe ninguna institución o grupo que sea percibida socialmente como político en sentido estricto.

En unas 150 páginas su libro, “Los españoles ante el cambio”, publicado por FAES*, el think tank del Partido Popular, y entregado antes de su nombramiento como ministro, analiza la autonomías, la crisis del estado de bienestar, valores personales y sociales y la política.

En sus conclusiones sobre qué hacer, Wert, un hombre inteligente, toma como suya la propuesta de quien fuera Chief of Staff de Barack Obama, el actual alcalde de Chicago, Rahm Emanuel, de “no dejar que una crisis tan seria se desperdicie.” Lo importante es menos la enunciación que la ejecución y Mariano Rajoy parece, a juzgar por sus primeras medidas (más que nada la reforma laboral) haber entendido la profundidad de la crisis, a diferencia de José Luis Rodríguez Zapatero. Pero hay muchos otros problemas, todavía más complejos, aparte de la altísima tasa de desempleo, que no podrán ser paliados (a largo plazo) por la simple solución de un Real Decreto ley, aunque haya provocado una huelga general (destinada a fracasar).

Por primera vez desde el comienzo de la Transición encontramos encuestas en las que hay una proporción significativa de gente que creen excesivo el grado de autonomía transferido a los gobiernos regionales. Ya se están viviendo las consecuencias del gasto desbordado de la mayoría de las 17 autonomías que se han convertido en mini estados con sus burocracias hinchadas. Pero, ¿existe la energía política para propiciar la sostenibilidad del actual modelo y aplicar las consecuencias? Como dice Wert, las élites políticas celosas de lo conseguido en las autonomías no son sólo las de los partidos de identidad nacionalista: también se han acomodado en los partidos nacionales (PP y PSOE) y, dentro de ellos, han ganado una notable autonomía. Basta ver la situación financiera crítica en Valencia (feudo del PP) y en Castilla La Mancha (bastión del PSOE hasta el año pasado).

Con respecto a la crisis del Estado de bienestar, los valores acerca del asistencialismo en España son los más estatalistas de toda la Unión Europea y de otras economías desarrolladas. En 1989, el 58% de los españoles pensaba que el Estado es responsable del bienestar de todos y cada uno de los ciudadanos, y en 2008 (último año para este indicador), quienes lo pensaban habían pasado a ser el 74%. Los datos más recientes al respecto sugieren que se mantiene muy elevada la vigencia del principio universalista y público de cobertura de sanidad, pensiones y desempleo.

Esta vigencia prevalece con parecida intensidad entre quienes se declaran más inclinadas a la derecha o a la izquierda, y, además, la situación española es particularmente delicada debido al envejecimiento de la población. Entre 1975 y 2010, los mayores de 65 años han pasado de representar el 10% de la población a suponer el 17% de la misma: antes de 15 años probablemente se superará el 20%.

Uno de los puntos más destacables en los valores personales y sociales es el ritmo al que la práctica religiosa en España ha pasado a ser un comportamiento muy mayoritario a convertirse en un fenómeno, si no residual, sí claramente minoritario. En 1970, más del 80% de los españoles se declararon católicos practicantes y en 2011 menos del 20%. En lo que atañe a los temas de moral individual y microsocial como el divorcio, el aborto, el uso del preservativo o las relaciones homosexuales, la discrepancia personal con la postura de la Iglesia es enorme. Con estos datos, el PP no está justificado en rendirse a las presiones de la Iglesia, aunque se ve que está haciéndolo en el tema del aborto.

A Wert, le toca mejorar el retraso educativo que está comprobado por una de las más altas tasas de fracaso escolar en Europa, los resultados pobres en las comparaciones internacionales sobre rendimiento académico y el bajo nivel de conocimiento de lenguas extranjeras. Me alegro que Wert diga que ese retraso no es, sólo o principalmente, una cuestión de recursos. De hecho, España gasta por alumno más o menos en línea con el promedio europeo. Igualmente importante es la organización del sistema educativo y los valores. Es dudoso que Wert repita la estupidez de Zapatero quien, todavía en 2011, estableció como referencia de la política educativa de su Gobierno el aumento en el número de becas y en su cuantía, entre otras cosas por falta de dinero.

Wert concluye que España necesita un programa sin demasiados compromisos cifrados y con ideas y proyectos más que de números espectaculares (tipo, por ejemplo, promesas populistas sobre cuántos puesto de trabajo se van a crear). Algo que el Gobierno tiene que hacer para ganar credibilidad y dar ejemplo es no permitir ningún tipo de nepotismo.

(*) Ver http://www.fundacion…
http://www.elimparcial.es/nacional/espana-segun-wert-101608.html