La banalidad del mal

Más de 16.000 libros han sido publicados sobre el holocausto, convirtiendo lo que también se conoce, siguiendo la propia terminología del Estado nazi, como Solución Final (el intento de aniquilar totalmente la población judía en Europa) en toda una industria.

El término holocausto ha sido desvalorizado y banalizado, y ha perdido su especificidad histórica. En nombre del holocausto algunos están justificando la acción militar en contra del régimen de Bashar al-Assad en Siria por su uso de armas químicas. Hasta en Israel, el estado creado en 1948 después de la Segunda Guerra Mundial, el uso del término es cada vez más superficial: unos granjeros, descontentos con los rendimientos decrecientes del tomate concentrado, llamaron al kétchup su Auschwitz. Según un chiste popular entre escolares israelíes, Hitler se suicidó después de leer su factura de gas.

Hace poco salió en el Reino Unido un fantástico y concienzudo libro de investigación de Thomas Harding,en el que se restaura el holocausto a sus propias dimensiones. Hanns and Rudolf: The German Jew and the Hunt for the Kommandant of Auschwitz (“Hanns y Rudolf: el judío alemán y la caza del comandante de Auschwitz”),publicado por William Heinemann, cuenta la verdadera historia de Hanns Alexander (el tío abuelo de Harding) quien huyó de Berlín a Londres en 1936 con 20 años, y después de alistarse en el ejército inglés para luchar contra su propio país, formó parte del equipo británico de investigación de delitos de guerra. Ya con el rango de capitán, Hanns fue uno de los oficiales que entró en Belsen al final de la guerra, una experiencia que marcó su vida. Localizó y llevó ante la justicia a Rudolf Höss, responsable de la muerte de más de dos millones de personas en Auschwitz.

Hanns provenía de una asimilada y exitosa familia (Albert Einstein fue un invitado habitual en la mesa): su padre era un próspero médico. Rudolf, en cambio,se educó en una familia católica muy creyente. A pesar de los deseos de sus padres de que fuera sacerdote, apenas cumplidos los 15 años se alistó para combatir en la Primera Guerra Mundial en el frente turco, y recibió la Cruz de Hierro. Tras la derrota de Alemania fue miembro del Freikorps, una organización voluntaria paramilitar protofascista y ultranacionalista que se formó por todo el país, como alternativa a las organizaciones sindicales comunistas y socialistas que también florecieron.

Mayormente jóvenes, estas personas, profundamente desconectadas de la vida civil, buscaban la estabilidad de una estructura militar que les ofreciera un estatus social dentro de un cuerpo de guerreros y les asegurase un medio de vida realizando la misma tarea que habían desempeñado en los últimos años: combatir. Rudolf fue condenado a diez años de cárcel en 1923 después de su implicación en un asesinato; su cómplice Martin Bormann, luego el secretario personal de Hitler,fue castigado con un año de prisión.

Rudolf solicitó ser miembro del SS en 1933, y empezó su estelar carrera en la máquina de muerte nazi, primero en el campo de concentración de Dachau en 1934, luego en Sachsenhausen y por último en Auschwitz, ya casado y con cinco hijos. Da escalofríos su capacidad de dirigir Auschwitz (uno de sus estrategias pacificadoras era permitir la creación de una orquesta) y por la tarde regresar a su casa, en las afueras del campo, y llevar una vida en familia como si nada hubiera pasado. Parece que el único impacto de su doble vida fue que dejó de tener relaciones con su mujer.

Cuando la guerra terminó en 1945, Rudolf, disfrazado como suboficial de la Marina de Guerra alemana, se alejó hacia las costas del Báltico donde cayó en manos de los Aliados. Al no encontrarse pruebas en contra de ningún tipo, dado su nombre falso (Fritz Lang) y su calidad de agricultor profesional, obtuvo una liberación anticipada. Sus guardianes ignoraban entonces la importancia de su presa. Fue empleado como obrero agrícola en una granja cerca de Flossenburg, no lejos de la frontera con Dinamarca. Permaneció allí durante ocho meses. Entretanto la Policía Militar reinició su búsqueda. Su familia, con la cual había logrado retomar contacto, estaba estrechamente vigilada y sometida a frecuentes pesquisas, hasta que Hanns y otros oficiales llegaron a la casa de su mujer y laamenazaronde entregarla a las autoridades soviéticas para su ejecución si no decía dónde estaba su marido, y que sus hijos serían deportados a Siberia. Ella reveló la granja agrícola donde estaba escondido su marido, así como su nombre falso.

Rudolf redactó sus memorias sin remordimiento alguno de conciencia cuando estuvo en prisión. “Por voluntad del Reichsführer de las SS(Heinrich Himmler), Auschwitz se convirtió en la mayor instalación de exterminio de seres humanos de todos los tiempos. Que fuera necesario o no ese exterminio en masa de los judíos, a mí no me correspondía ponerlo en tela de juicio, quedaba fuera de mis atribuciones. Si el mismísimo Führer había ordenado la solución final del problema judío, no correspondía a un nacionalsocialista de toda la vida como yo, y mucho menos a un Führer de las SS, ponerlo en duda”.

Fue ahorcado en Auschwitz en 1947. Hanns murió en Londres en 2006.
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