La valentía de Albert Camus

Este mes hace cien años que nació el escritor francés Albert Camus. Como George Orwell, murió con solo 46 años. Esta coincidencia en la edad de sus muertes está lejos de ser la única similitud con el gran escritor inglés. Ambos eran antifascistas y antitotalitarios, ambos arriesgaron sus vidas en la lucha contra del fascismo (Orwell en España y Camus en la Francia ocupada por los nazis), los dos eran periodistas y ensayistas y no solo novelistas, uno y otro fueron despreciados por muchas personas de la izquierda europea y ambos denunciaron las políticas imperiales de sus países (en Argelia por Camus).

Camus, en comparación con Orwell, es mucho menos conocido hoy, en particular su postura política, aunque su novela L’Étranger sigue siendo un éxito de ventas en muchos idiomas 71 años después de su publicación. Ganó el Premio Nobel de Literatura en 1957.

El breve y ejemplar libro de Robert Zaretsky sobre Camus, A Life Worth Living (“Una vida que merece vivirse”), publicado hace poco por Harvard University Press, demuestra la valentía de este pied-noir (ciudadanos de origen europeo que residían en Argelia). Su madre, de origen español, era analfabeta y casi totalmente sorda. Su padre trabajaba en una finca vitivinícola, y era de origen alsaciano, como otros muchos pieds-noirs que habían huido tras la anexión de Alsacia por Alemania tras la Guerra Franco-Prusiana.

Camus se definía como alguien de “valores medios”. Tony Judt, el historiador británico cuya voz sensata se apagó en 2010 cuando murió en terribles circunstancias, llamó a Camus “el portavoz para lo obvio”. Pero lo que dijo y escribió Camus en sus artículos de periódico, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, no era obvio para muchas personas.

Camus denunció vigorosamente tanto la tortura y asesinato de prisioneros argelinos por soldados franceses durante la guerra de independencia en Argelia (1954-62), como la violencia de los militantes del Frente de Liberación Nacional que mataban y mutilaban a cualquiera. Aceptó que la violencia en el mundo que vivimos era inevitable pero no podía ser en ningún caso legitimada, y menos veinte años después de que centenares de franceses de la Resistencia fueran torturados y asesinados por los nazis y colaboradores franceses por defender su país.

Exhortó a sus colegas pieds-noirs“a reconocer lo que era justo en la causa del adversario y a reconocer lo que no era justo en sus propios métodos represivos.”

Igualmente perspicaz fue su temprana denuncia del comunismo que lo enfrentó con Jean Paul Sartre. Mucho antes que(casi) todos los intelectuales franceses de la izquierda (André Gide era una excepción notable), y en un país donde el comunismo era muy fuerte después de la Segunda Guerra Mundial, Camus comprendió “la idea del mesianismo en la base de todo fanatismo.”

Da escalofrío la postura de Maurice Merleau-Ponty quien negó la realidad brutal de la Unión Soviética. Aunque admitió que la Unión Soviética distaba mucho de ser “la luz proletaria de la Historia que Marx describió”, creía que la existencia de los campos de trabajo soviéticos no solo no desacreditaba el marxismo,sino que tampoco servía para condenar el experimento soviético. Para este filósofo fenomenológico solo la Historia “nos dará la última palabra sobre la legitimidad de una instancia particular de violencia.” Justificó la violencia del comunismo, a diferencia de la del capitalismo, porque contenía “la promesa de la negación de violencia en el futuro.”

Para Camus, igual que Orwell, el fin nunca justifica los medios. Y Camus habría estado de acuerdo con la célebre frase de Orwell, “Mirar lo que se tiene delante de los ojos requiere un constante esfuerzo”.
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