Adolfo Suárez: ¡qué inmenso acierto!

Como la mayoría de corresponsales extranjeros radicados en España, cuando Adolfo Suárez fue nombrado Presidente del Gobierno en julio de 1976 escribí que no era el hombre adecuado para la tarea de traer la democracia.

The Times afirmó que su nombramiento “era una sorpresa, ya que se había creído ampliamente que sería elegido un hombre más liberal” y que era “una victoria del ala reformista de la derecha, dispuesta a avanzar en el desmantelamiento de la dictadura, manteniendo no obstante fuertes vínculos con el pasado”. En un artículo en la revista New Statesman,titulado “Spain’s dubious matador” (El dudoso matador de España), escribí que “la diferencia entre la idea de reformas de Suárez y la de la oposición es la diferencia entre el franquismo con estiramiento facial y la democracia tal y como la conocemos”.

Según algunas fuentes bien informadas, el aristócrata José María de Areilza, el liberal y fino ministro de Asuntos Exteriores (había sido alcalde de Bilbao tras la ocupación de la ciudad por las fuerzas de Franco en 1937), estaba tan convencido de que iba ser nombrado presidente que había organizado una fiesta en su casa para celebrarlo.

Suárez demostró que estábamos equivocados. Sólo un pequeño círculo cercano al Rey D. Juan Carlos sabía que el nombramiento de Suárez había sido cuidadosamente orquestado por Torcuato Fernández Miranda, antiguo tutor del Rey y presidente del Consejo del Reino, bastión del franquismo y órgano encargado de presentar al Rey la terna de candidatos para su elección. Igual que el Rey, Suárez pertenecía a la “generación silenciosa” de españoles, demasiado jóvenes para haber luchado en la guerra civil. Estaba en una posición ideal, como miembro del aparato político, para desmantelar el Régimen desde dentro, evitando una ruptura total con el pasado que hubiera corrido el riesgo de provocar a la extrema derecha.

En diciembre de 1976 se celebró un referéndum para aprobar las reformas políticas que allanarían el camino hacia las primeras elecciones libres del país en cuarenta y un años. Un reportaje televisado sobre el referéndum, al que contribuí en su elaboración para el programa News at Ten de ITN, fue denunciado por la Embajada de España en Londres como “insultante y poco representativo”. Fue filmado en mi pueblo (Buendía, en la provincia de Cuenca), donde entonces yo tenía, y sigo teniendo, una casa, y que para mí ha supuesto un microcosmos de los tremendos cambios logrados en España.

Juan Cruz, el corresponsal de El País en Londres, informó a sus lectores de que la mayor parte del reportaje había sido filmado en un bar en el que los habitantes del pueblo habían preferido seguir jugando a las cartas que escuchar el discurso de Suárez a la nación antes del referéndum. “El tratamiento que la televisión independiente le dio al referéndum parece que ha molestado en algunos círculos españoles.”

Un año después del nombramiento de Suárez, escribí un artículo en The Times titulado “The matador who has outwitted all Spain’s political bulls” (El matador que era más listo que todos los toros políticos) en el que rectificaba mi opinión inicial.

La figura de Suárez recuperó por unos días la unidad política que tanta falta hace en España. Hasta Alfonso Guerra, el político más irrespetuoso con el que tuvo que lidiar Suárez (lo llamó “tahúr del Mississippi, con su chaleco y su reloj”), le elogió.

Las largas filas de colas en la calle para entrar a la capilla ardiente demostraron nostalgia para un pasado reciente de convivencia que hoy se echa de menos.
http://www.elimparcial.es/nacional/adolfo-suarez-que-inmenso-acierto-135864.html