Dos villas en la misma calle en Wannsee, a las afueras de Berlín, con bellas vistas a un lago y abiertas al público, simbolizan la tragedia de Alemania y los esfuerzos de no olvidar jamás el pasado.
En el número 42 de Am Grossen Wannsee está la casa de verano del pintor judeo-alemán Max Liebermann, construida en 1909, donde realizó abundantes autorretratos, retratos de su nieta y de intelectuales de la época como Albert Einstein, y vistas del jardín de su casa, en cuadros de pincelada vibrante y luminoso colorido. Su atracción por la pintura impresionista francesa le movió, además, a atesorar una amplia colección de obras de Manet, Degas, Monet y Cézanne.
Entre 1920 y 1932 Liebermann fue presidente de la Academia de Artes de Prusia y en 1927 fue nombrado ciudadano honorario de Berlín. En 1933 dimitió de la Academia cuando su Dirección General de Bellas Artes dejó de exponer las obras de pintores judíos. Pasó aislado los últimos años su vida, antes de fallecer en 1935 a la edad de 87 en su Berlín natal. El régimen nazi confiscó su obra y la incluyó en sus listas negras.
Su viuda Martha tuvo que vender la casa y en 1943, a la edad de 84 años, recibió una orden de deportación al campo de Theresienstadt, en la entonces Checoslovaquia. Le dieron dos horas para hacer su maleta, y antes de que regresaran las SS para llevarla se quitó la vida con unas pastillas para dormir. Tardó cinco días en morir.
En el número 56 de la misma calle está la Casa de la Conferencia de Wannsee en donde el 20 de enero de 1942 quince altos representantes de las SS, del NSDP (el partido de Hitler) y de diferentes ministerios se reunieron para debatir la instrumentación de la deportación y los asesinatos sistemáticos de los judíos europeos. Los representantes de las SS informaron a los secretarios de Estado presentes de las acciones homicidas que los Einsatzgruppen venían llevando a cabo en la Unión Soviética.
La reunión fue presidida por Reinhard Heydrich, jefe de la Oficina Central de Seguridad del Reich. El encargado de organizar las deportaciones, Adolf Eichmann, redactó las actas –el protocolo de la primera discusión sobre la Solución Final–, que más tarde en 1947 fueron encontradas entre los documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores. El protocolo, expuesto en las salas de la señorial casa como parte de la exposición permanente sobre el genocidio de los judíos europeos, documenta con pavorosa claridad el plan para el asesinato de todos los judíos europeos.
Al regresar a Berlín por tren bajé en Grünewald, la primera estación. Desde allí, en el andén 17 (Gleis 17), salieron unos 50.000 judíos de Berlín a los campos de concentración entre octubre de 1941 y marzo de 1945.
Un monumento recuerda su salida. Se trata de una pared de concreto en la que una serie de siluetas en fila va entrando, a medida que la recorremos, con mayor profundidad en el hormigón. En el borde del andén 17 hay unas placas de hierro oxidado, situadas de forma que sería el lugar donde el pie haría el último contacto con el andén si fuéramos a subirnos a alguno de aquellos trenes. En el borde mismo de dichas placas se encuentran referencias a las deportaciones, con la fecha, la cantidad de personas y el lugar de destino del tren. Se extienden a ambos lados de las vías por decenas de metros, y cuanto más avanza la fecha de las deportaciones, más disminuye el número de personas deportadas al irse eliminado la población judía de Berlín.
Mientras tanto, en España sigue este monumento vergonzante al franquismo que es el Valle de los Caídos, sin el más mínimo cambio desde que murió el dictador. ¿Hasta cuándo? A diferencia de Alemania, España aún no se ha reconciliado con su pasado, tal vez por tener uno bien diferente: Hitler no murió, como Franco, con las botas puestas.
http://www.elimparcial.es//una-calle-tragica-en-alemania-137650.html