Guiris y nativos

A cuenta de un artículo que publicó en este periódico nuestro querido William Chislett, el inglés que más sabe de la España actual, se generó en la mesa una discusión interesante. Su artículo, búsquenlo porque merece la pena, versaba sobre cómo la reforma laboral no es la panacea para paliar el paro si no va acompañada de una mejora educativa que modifique nuestro sistema productivo. En un viaje a Canarias, el sabio Chislett constató cómo los puestos de dirección hoteleros van a parar a alemanes dado que los nativos no dominan los idiomas de los clientes que albergan.

Se me ocurría, por llevar un poco la contraria ante el entusiasmo unánime que provocaba la tesis de don William, que a este país nuestro, que necesita con urgencia una mejora en la enseñanza de idiomas, llegaron desde hace décadas alemanes e ingleses que incluso se establecieron en la costa mediterránea o en el sur cuando les llegó la jubilación. Mi impresión, en absoluto científica sino de mera observación, es que se enamoraron de un país rural, sencillo, barato, con un paisaje encantador y mejor clima. No aprendieron, en general, ni una palabra de español y, poco a poco, el espabilado camarero gaditano o mallorquín fueron adiestrándose en el manejo de las lenguas foráneas hasta facilitar a las nuevos paisanos un micro mundo a su medida, en el que no había cartel o menú que no estuvieran en su idioma de origen.

Lejos de mí negar la importancia de saber idiomas, al menos, en lo que se refiere a dominar lo básico del inglés del otro William insigne, pero mi impresión es que si España se ve forzada a abaratar en un futuro su turismo será debido a la destrucción sistemática del paisaje, algo en lo que han colaborado con entusiasmo la clase política y la falta de educación local, por qué no decirlo. Lo del inglés o el alemán lo podremos remediar pero esto otro…
http://elpais.com/elpais/2012/02/07/opinion/1328638564_172307.html

Rotundo, William Chislett

Como canario, me avergüenza tener que compartir el análisis que acabo de leer de William Chislett (EL PAÍS, 04-02-12) sobre la economía canaria de las últimas décadas. Si bien es cierto que no pasa de expresar (aunque muy bien expresada) una obviedad que compartimos muchos isleños en nuestras conversaciones de café, nunca viene mal que las obviedades sean puestas negro sobre blanco en periódicos nacionales, ajenos a las luchas locales de poder, el estómago-agradecidismo, las inquinas personales, etcétera, de la prensa local.

Siento una expectación morbosa por ver, en esa prensa que se debate entre la opinión semidomesticada y el ataque feroz, los sesudos comentarios de los plumillas locales, las matizaciones o las reacciones airadas de quienes han regido, con mano de hormigón y escudándose con una bandeja de camarero, los destinos de estos afortunados reinos de taifas geográficamente africanos durante las tres últimas décadas, con los resultados que tan bien resume el autor: economía basada exclusivamente en dos sectores (uno de ellos “missing” en la actualidad); tasa de paro disparada; falta de preparación lingüística para atender a nuestra principal industria; desajuste entre la formación universitaria y las demandas del mercado de trabajo; falta de diversificación de nuestra economía…
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Rotundo/William/Chislett/elpepiopi/20120207elpepiopi_9/Tes

Las reformas laborales no son una panacea

“Mirar lo que se tiene delante de los ojos requiere un constante esfuerzo.”
George Orwell

Millones de españoles, parados o a la espera de encontrar su primer empleo, tienen puestas sus esperanzas en las reformas del mercado laboral, pero tales reformas, aunque necesarias, no son y nunca serán una “panacea” para resolver el masivo y vergonzoso problema que supone para España el desempleo.
En la actualidad, Alemania, con 82 millones de habitantes, tiene alrededor de 2,7 millones de parados (menos del 7 por ciento de la población activa), el nivel más bajo desde 1991, mientras que España, con 46 millones de habitantes, tiene más de 5 en paro (el 23 por ciento), lo cual supone el nivel más alto de los últimos 15 años. La economía española se contrajo entre 2007 y 2011 en términos similares al promedio de las de los 17 países de la eurozona, pero el índice de paro español superó en más de dos veces su tasa anterior, mientras que el de la eurozona se deslizó desde el 7,5 al 10,3 por ciento
Algo funciona muy mal. El FMI tiene razón al calificar de disfuncional el mercado de trabajo español, pero también hay que echarle la culpa a un descompensado modelo económico, excesivamente basado en la construcción y el turismo, y a un sistema educativo incapaz de crear los cimientos de un modelo productivo más pendiente del conocimiento que de los ladrillos y el mortero.
Una reciente visita a las Palmas de Gran Canaria confirmó estas apreciaciones. En 2011, las islas Canarias, una reproducción a escala del conjunto de España, aunque de una forma extrema, disfrutaron de una temporada turística récord, recibiendo 12 millones de visitantes; es decir, 1,5 más que en 2010 (el 21 por ciento del total de España y seis veces la población del archipiélago). Hace mucho tiempo que el turismo constituye el puntal económico de las Canarias; sin embargo, su tasa de desempleo es del 30 por ciento, muy por encima de la media nacional y el segundo más elevado después del de Andalucía. ¿Por qué la tasa de paro es aquí tan elevada a pesar de haber tenido la mejor temporada turística de la última década? Principalmente, por el derrumbe del inflado sector inmobiliario, que ha hecho que las islas dependan todavía más de un único sector. Lo mismo puede decirse de gran parte de España.
En los hoteles de las islas cada vez hay más extranjeros en puestos directivos, porque los canarios no saben hablar los idiomas que utilizan sus millones de visitantes. De manera que, por ejemplo, un hotel con una numerosa clientela alemana, en su recepción coloca a alemanes o a personas de otras nacionalidades que hablan alemán. Aunque hace ya unos 50 años que el turismo es la base de la economía canaria, los colegios de las islas y de gran parte del resto de España han fracasado estrepitosamente en la enseñanza de lenguas extranjeras. No han ido más allá de un nivel elemental, y a veces ni siquiera eso.
Como en el resto de las regiones, que se volvieron locas con la construcción, en las Canarias la tasa de abandono escolar temprano, la de quienes dejan las aulas a los 16 años para trabajar en el turismo y la construcción, es elevada. Los trabajadores de este sector, ahora en paro, poco más saben hacer, y no tienen prácticamente más alternativa que volver a clase a retomar los estudios. Esto explica que el índice de abandono escolar esté comenzando a reducirse.
Entretanto, en el otro extremo del ciclo educativo, las universidades continúan produciendo ristras de licenciados que con frecuencia terminan en empleos para los que están sobrecualificados, porque hasta la fecha el modelo productivo ha sido incapaz de crear un número suficiente de empleos que demanden su preparación. No es sorprendente que en 2011 una cifra considerable de españoles (62.611, según el INE), muchos con títulos universitarios, haya comenzado a emigrar, por primera vez en 30 años. Mis propios hijos, de 30 y 29 años, trabajaron inicialmente en España y ahora lo hacen en Londres y Berlín.
Durante la campaña electoral de 2008, José Luis Rodríguez Zapatero prometió crear dos millones de puestos de trabajo y alcanzar el pleno empleo. Sin embargo, en los últimos cuatro años se han perdido más de dos millones de empleos. ¿De dónde van a salir los nuevos puestos de trabajo estables? Evidentemente, no de la construcción (se calcula que hay alrededor de 750.000 viviendas nuevas sin vender) y tampoco de las administraciones públicas, que están reduciendo la cantidad de puestos de trabajo.
España ha acometido innumerables reformas laborales desde 1984, cuando se introdujeron contratos temporales para tratar de fomentar la creación de empleo, aunque esa medida acabara creando una mercado laboral completamente dual, formado por integrados (los que tienen contratos indefinidos) y excluidos (los que tienen contratos temporales).
Por sí solas, las reformas laborales, al margen de lo liberalizadoras que sean, no crearán empleo. El desafío radica en establecer una economía más diversificada que, basada en el conocimiento, dependa más de las exportaciones. Para ello hará falta una década: España tendrá que soportar durante mucho tiempo un elevado índice de desempleo.

Traducción de Jesús Cuéllar Menezo

http://www.elpais.com/articulo/opinion/reformas/laborales/panacea/elpepiopi/20120204elpepiopi_5/Tes

España necesita una economía exportadora

España se encuentra en una encrucijada de su desarrollo económico, ya no puede seguir por el mismo camino. El derrumbe del sector inmobiliario ha puesto brutalmente de manifiesto la cortedad de miras de un modelo excesivamente basado en la construcción. Ahora es más urgente que nunca elegir entre una economía que continúe basándose en el trabajo físico (el uso intensivo de la mano de obra no cualificada) o en el mental (más apoyada en el conocimiento y más internacionalizada). A medio plazo, la primera creará más empleo, pero, como ha demostrado la recesión española con más claridad que la de ningún otro país de la UE, no es ésta una solución duradera. El plan anticrisis del Gobierno, que prima la construcción con rebajas fiscales a la rehabilitación de viviendas, no apunta al cambio del modelo productivo que España necesita.

Está empíricamente demostrado que las empresas con más presencia internacional (es decir, las que exportan o adquieren compañías en el exterior) crean más empleo estable y de mayor calidad en sus países de origen que las que operan únicamente en su mercado interno. En general, dichas empresas son de mayor tamaño para tener un mayor potencial, y, con el fin de sobrevivir, han de ser más productivas y competitivas. Con todo, el tamaño no es ni el primer ni el único requisito para introducirse con éxito en los mercados internacionales. Muchas empresas pequeñas han conseguido labrarse un espacio propio partiendo de su tecnología o de un buen modelo empresarial.

Lo que hay que saber es si España es capaz de crear una economía más internacionalizada. Observemos los datos. Entre 1988 y 2009, la aportación de la demanda externa -no de la interna-, al crecimiento del PIB únicamente ha sido positiva en seis años (dos de ellos durante una recesión, 1993 y el pasado año, cuando las empresas, mimadas por el auge del mercado interno, se afanaron por vender más en el exterior). Las importaciones se vieron arrastradas y, unidas al escaso nivel de las exportaciones, hicieron que el déficit comercial llegara al 7,9% del PIB en 2008 y el déficit por cuenta corriente, al 9,5%.

Dentro de las cinco economías principales de la UE, las exportaciones de España son las de menor tamaño en relación con el PIB (26,5% en 2008) y, en términos per cápita, también son de las más escasas de las naciones desarrolladas: 5.355 dólares (3.917 euros) por persona en 2007, frente a los 34.453 dólares (25.200 euros) de Holanda, los 16.175 (11.831) de Alemania y los 7.717 (5.644) de Reino Unido, según los últimos datos comparados del Banco Mundial.

Por otra parte, las importaciones de España (el 32,4% del PIB) son las segundas más cuantiosas, después de las alemanas. En 2009, la recesión redujo considerablemente el déficit comercial, pero en gran medida esto se debió al desplome de las importaciones.

En términos generales, cuanto más elevada es la aportación de la demanda externa, más éxito tiene la economía de un país. ¿De dónde va a venir el futuro crecimiento de la economía española, y por ende la creación de empleo, si no de la demanda externa?

La Ley de Economía Sostenible del Gobierno constituye un intento insuficiente de crear una estructura más productiva y más amparada en la demanda externa. Ni siquiera acomete la ardua tarea de mejorar el sistema educativo, cuyo escandaloso deterioro ha permitido la mediocre clase política actual. Aquí radica la piedra angular de una economía más basada en el conocimiento que en el ladrillo y el mortero, y, por tanto, más capaz de internacionalizarse y de generar un mayor valor añadido.

Cuando casi uno de cada tres individuos de entre 18 y 24 años tienen como máximo la educación obligatoria y no siguen en formación; con malos resultados de lectura, matemáticas y conocimiento científico en los informes PISA; con ninguna universidad situada entre las 150 mejores del mundo y un gasto en I+D muy por debajo de la media de los 27 miembros de la UE, para crear las condiciones necesarias para impulsar las exportaciones es preciso realizar un esfuerzo hercúleo en la educación, que ni siquiera se ha iniciado. Será necesaria una década para incrementar realmente el nivel educativo.

No resulta, pues, sorprendente que los productos españoles de alta tecnología sólo representen el 5% de las exportaciones manufactureras, situándose casi en el nivel más bajo de la UE. Sí lo es, en cambio, que esas deficiencias no hayan impedido la aparición de un núcleo duro de multinacionales. El stock de inversión directa española en el extranjero representaba el 37,5% del PIB a finales de 2008. Es decir, se habían multiplicado por 12 desde 1990, siendo las más elevadas las de las grandes economías de la UE.

Sin su creciente y sólido negocio internacional, los grandes bancos y empresas españoles hubieran generado muchos menos beneficios el año pasado. Gracias a ellas, el Ibex 35 subió casi un 30% en 2009 (hasta ocho puntos más que los índices de otros mercados europeos), aunque este indicador no es representativo ni de la situación de todas las empresas registradas ni de la del contexto económico, en general adverso, como se ha visto este año con la brusca caída del Ibex.

Siete proveedores de infraestructuras españoles se encuentran entre las 10 principales empresas del sector del transporte en el mundo. Durante 2009, sus negocios en el extranjero les permitieron compensar, en mayor o menor medida, el deterioro de su mercado interno. Las empresas, y no sólo las más grandes, tienen un margen considerable de expansión en el exterior, sobre todo en Asia, que apenas han tocado.

Estrechamente relacionadas con una mayor internacionalización de la economía están la marca España y la imagen del país y de sus marcas en el exterior. Cuanto más conocida sea una marca y más positiva la imagen del país, más posibilidades habrá de que los consumidores adquieran los productos y servicios de esa empresa.

Un reciente y exhaustivo análisis comparado realizado por Young & Rubicam (R&Y) demuestra que España todavía se sigue considerando, en mayor o menor medida, un país de fiestas y siesta, y que sus productos y servicios, con algunas notables excepciones, suelen relacionarse con una imagen de escasa calidad y de niveles de innovación, liderazgo y dinamismo escasos. Según R&Y, el desafío radica en alcanzar el equilibrio adecuado entre la pasión y la sociabilidad, principales elementos del ADN del país, y la alta calidad y la seriedad.

En este sentido, ayudaría que España dispusiera de más diplomáticos para fomentar los intereses del país (Reino Unido tiene 4.000 y España, unos 1.000; es decir, proporcionalmente su dotación es mucho menor, ya que la población española representa el 75% de la británica, y su PIB se sitúa en torno a tres tercios del de ese país).

Otro paso positivo sería constituir la Comisión de Diplomacia Pública que, anunciada por José Luis Rodríguez Zapatero en julio de 2008, no ha logrado despegar aún, en parte debido a restricciones presupuestarias.

En este contexto, el esperpento de propuesta de la presidenta de la Comunidad de Madrid sobre el “patrimonio cultural” de las corridas de toros nada ayuda -todo lo contrario- a mejorar la imagen de España en el exterior.

España ha avanzado mucho en los últimos 35 años, pero no debería resignarse a creer que no puede ir más allá. Quedarse parado no es una opción.
http://www.elpais.com/articulo/opinion/necesita/economia/exportadora/elpepiopi/20100313elpepiopi_12/Tes

¿Última ocasión para la reunificación de Chipre?

Cuando los mandatarios del mundo se reunieron en Berlín para conmemorar el 20º aniversario de la caída del Muro, escolares de la República de Chipre (RC) se plantaron cerca de la Línea Verde, de cuyo mantenimiento se ha ocupado la ONU y que durante 35 años ha separado a la RC de la República Turca del Norte de Chipre (RTNC), no reconocida internacionalmente, para pedir la retirada de la misma. En la actualidad, Chipre sigue siendo el único país dividido de Europa (prácticamente por criterios étnicos) y su capital, Nicosia, al igual que Berlín en su día, también se encuentra dividida.

Sin progresos aparentes, las dos partes llevan 15 meses negociando la reunificación de Chipre, invadida por Turquía en 1974, después de violentos conflictos entre las comunidades griega y turca de la isla, y tras la intentona griega de anexión mediante un golpe de Estado. En el referéndum de 2004, el Plan Annan, del anterior secretario general de la ONU, fue mayoritariamente rechazado por los grecochipriotas y abrumadoramente refrendado por los turcochipriotas.

La paciencia se está acabando en ambas partes y cada vez se habla más de que, si no hay reunificación, la partición será permanente, y que se corre el riesgo de crear una situación tipo Bosnia. Sin o con reunificación, Turquía tiene que abrir sus aeropuertos y puertos al tráfico de la RC y reconocer el país, un punto caliente en la cumbre de la Unión Europea (UE) hoy. Esto desbloquearía ocho de los capítulos que Turquía tiene que negociar para entrar en la UE, pero Ankara afirma que no se moverá a menos que Bruselas alivie el “aislamiento” de la RTNC, donde no se aplica el acquis comunitario.

El tiempo se acaba. El presidente Demetris Chrisofias, de la RC, y Mehmed Alí Talat, su homólogo de la RTNC, están mucho más en sintonía que sus predecesores, pero Talat debe enfrentarse a su reelección en abril y podría perder ante Dervis Eroglu, cuyo Partido de Unidad Nacional, que derrotó al Partido Republicano Turco de Talat en las últimas elecciones legislativas de abril, es partidario de la creación de dos Estados. Sea cual sea el acuerdo alcanzado, habrá que someterlo de nuevo a dos referendos.

Es dudoso que ambas partes voten sí. La actitud de los turcochipriotas se vuelve ahora más inflexible, porque se están desencantando de la UE, mientras que los grecochipriotas, que llevan cinco años disfrutando de su pertenencia a la Unión, consideran que un acuerdo de reunificación sería un juego de suma cero cuyo coste político y económico correría de su cuenta. Después de visitar ambos territorios, a mí me parece que todos tienen algo que ganar, pero para poder aceptar eso es preciso que exista, sobre todo entre los grecochipriotas, un enorme salto hacia la confianza en un futuro incierto.

El dividendo de la paz y la unificación podría ser considerable. Así se pondría fin a las atroces consecuencias humanas de la división, aunque cada comunidad tiene que hacer concesiones. Sí se resolvería, no obstante, la singular tragedia de Varosha, un suburbio grecochipriota de Famagusta, en su momento principal centro turístico chipriota. La ciudad, con docenas de hoteles y torres de pisos vacíos y en estado de abandono está ocupada por el ejército turco desde 1974, cuando la población fue obligada a abandonarla. Este problema es mucho más fácil de resolver que el de las propiedades de grecochipriotas ocupadas por turcochipriotas o por colonos de la propia Turquía. Entretanto, Ankara podría tomar ahora, sin coste político alguno, una medida que favorecería la confianza mutua: permitir la entrada de un equipo de inspectores de la ONU para que elabore un informe sobre la situación de la ciudad y el coste que tendría su recuperación, algo que ha pedido Alexis Galanos, “alcalde” grecochipriota de esta localidad fantasma.

Del mismo modo, los grecochipriotas podrían mostrar una mayor comprensión hacia el deseo que tienen los turcochipriotas de que se mantengan los Tratados de Garantía y Alianza entre Turquía, Reino Unido y Grecia que, en 1960, contemplaron el derecho a intervenir en la isla (usados por Turquía en 1974) para restablecer el statu quo creado, a su vez, por la independencia a Chipre de los británicos. Turquía quiere que continúen para el caso de que en el futuro se desate violencia interétnica. Los grecochipriotas no ven esta necesidad, porque consideran que el Chipre reunificado estaría protegido por la UE. Ese sistema de garantías sería derogado cuando Turquía entrara en la UE, si es que entra.

La vergonzosa distorsión histórica imperante en los libros de texto escolares que utilizan ambas comunidades sigue fomentando la desconfianza. Después de 2004, Talat aprobó la utilización de libros menos tendenciosos, pero Eroglu acaba de librarse de ellos, mientras que los grecochipriotas, que según el Eurobarómetro son los ciudadanos de la UE más xenófobos, siguen usando los antiguos manuales.

Chipre reclama la paternidad de Afrodita, diosa griega del amor. La mejor manera de honrarla sería que ambas partes dejaran a un lado sus miedos y se abrazaran mutuamente.

Traducción de Jesús Cuéllar Menez
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Ultima/ocasion/reunificacion/Chipre/elpepiopi/20091211elpepiopi_5/Tes

¡Es la educación!

El Gobierno español, por fin, quiere dejar atrás un modelo económico agotado y generador de importantes desequilibrios. Los sectores de la construcción y del turismo, ambos en crisis, generaron conjuntamente en el momento más dulce de la última década dorada casi el 25% del PIB, que es la cuota más alta de la Unión Europea.

A pesar de ser -o por ser- un modelo intensivo en creación de empleo, España ha perdido puestos de trabajo al ritmo más rápido de Europa y hoy tiene más parados que Alemania, aunque la economía alemana sea más del doble de la española. Estos datos confirman que el modelo económico español tiene los pies de barro.

La eliminación de la desgravación a la vivienda a partir del año 2010 es un paso en la dirección correcta. Esta deducción fue el emblema del ahora exhausto modelo de crecimiento español y engendró la mal llamada “cultura de la propiedad”.

Pero ésta y otras medidas anunciadas por el Gobierno (ayuda para la compra de un coche, digitalización de las aulas, etc.) no bastan para crear un modelo basado más en el conocimiento y en las exportaciones. Son parches para aliviar la crisis, no las semillas de un nuevo modelo económico.

A mi modo de ver, la clave para la creación de un modelo más sostenible, y que no genere tanto desempleo cuando la economía va mal, reside en una mejora del sistema educativo español, y esto es algo que tardará un tiempo en hacerse y una década en notarse.

Los políticos quieren resultados en el corto plazo. Es lamentable que sólo ahora, a raíz de la crisis de la construcción, se haya puesto de moda entre la clase política hablar de la necesidad de moverse desde el ladrillo al ordenador. Algo muy diferente hubiera ocurrido si esta moda se hubiera extendido durante el boom económico. La afirmación de que España no hubiera llegado a donde está hoy con el Partido Popular en el poder es muy dudosa (de hecho, el auge de la construcción empezó con el PP, que no hizo nada para cambiar el modelo económico y poco para mejorar la educación en sus ocho años de gobierno).

España es el único país europeo que ha generado mucha riqueza durante un largo periodo, a la vez que una tasa creciente de fracaso escolar. La proporción de estudiantes que no terminan la ESO, según las últimas cifras disponibles (2007), es del 30,8%, el doble de la media europea. Un factor que ha contribuido a esta situación ha sido la facilidad, hasta 2008, de encontrar un trabajo en la construcción o el turismo sin necesidad de haber finalizado los estudios.

Es de suponer que la recesión cambiará esta tendencia, vergonzosa para un país desarrollado. En 2007, sólo el 61% de los jóvenes entre 20 y 24 años tenía un nivel de formación al menos de enseñanza secundaria superior, seis puntos menos que en el año 2000 y muy por debajo del promedio europeo (78%). Es cierto que la llegada de inmigrantes ha influido en estos dados, pero menos de lo que se piensa.

En España, según el Informe PISA, menos de uno entre 20 jóvenes de 15 años alcanza un conocimiento elevado en ciencias -como en México y Turquía-, frente a casi uno entre cinco en Finlandia, donde, por cierto, hay muy pocos colegios privados. Y en lectura, sólo el 1,8% de los jóvenes españoles de 15 años alcanza el nivel alto, lo que supone el peor resultado después de México.

¿Es que los alumnos españoles son más tontos que los de otros países? No lo creo. Algo tendrá que ver esta situación con el sistema de aprender a fuerza de repetir y memorizar, en lugar de mediar un análisis crítico. Y también el bajísimo nivel de los contenidos y la falta de autoridad del profesor. No se puede aprender si el profesor no recibe ninguna consideración por parte del alumno ni de su familia, y si el sistema además lo deja desprotegido ante cualquier abuso.

La tasa de abandono en la universidad es también alta y pocos aprueban el curso completo en el tiempo debido. Hay seis convocatorias para superar un examen, más la extraordinaria. ¡Vaya incentivo para estudiar!

Así que los universitarios españoles entran el mercado laboral con 24 años o más (21-22 en Reino Unido). Y el 22% de los mismos ocupa un empleo de nivel de calificación inferior al título obtenido, frente al 13,2% de los países de la OCDE. Y no hay ninguna universidad española entre las primeras 150 de la lista que se confecciona cada año en la Universidad Jiao Tomg de Shanghai.

¿Cómo espera España crear una economía basada en el conocimiento con estos niveles educativos? El país está pagando un alto precio por su ignorancia. El debate político sobre la educación está ciegamente enfocado a temas de menor importancia (no digo que no la tengan), como la Educación para la Ciudadanía y lo que la Iglesia llama el “fundamentalismo laico” en las escuelas, en vez de preguntarse por qué hay tanto abandono escolar.

La educación en España se ha convertido para los políticos en una especie de confrontación futbolera y hasta que esto no termine y todos remen en la misma dirección, crear una economía del conocimiento seguirá siendo un sueño imposible.
http://www.elpais.com/articulo/opinion/educacion/elpepiopi/20090626elpepiopi_5/Tes

Lecciones españolas para Turquía

Llama la atención las numerosas similitudes entre Turquía y España, uno de los pocos países que activamente apoya el ingreso de la nación musulmana en la Unión Europea y que a partir de este año formará parte del pequeño grupo de países con quien Ankara mantendrá una cumbre anual.

Considerando las similitudes existentes, ¿qué lección podría sacar Turquía de la experiencia española?

Primero, veremos algunas de las similitudes. Ambos países están situados geográficamente en sendas penínsulas en los confines del Mediterráneo y controlan estrechos estratégicos. En la antigüedad, Anatolia (hoy gran parte de la República de Turquía) e Iberia estuvieron bajo dominio del Imperio Romano. Tras el surgimiento y difusión del islam, los árabes comenzaron a llamar a la puerta de ambas penínsulas. Cuando los turcos entraron en Anatolia en el siglo XI, Iberia era un Estado musulmán y Anatolia un Estado cristiano. Los otomanos se convirtieron en un gran imperio, mientras que en Iberia la unión de los reinos de Castilla y Aragón daba lugar a otro gran imperio. Las derrotas de la armada otomana en Lepanto en 1571 y de la Armada Invencible española en el Atlántico en 1588 constituyeron un punto de inflexión en la historia de ambos imperios. España perdió sus últimas colonias en 1898 y el Imperio Otomano se colapsó después de la Primera Guerra Mundial, y dio paso en 1923 a la República de Turquía de la mano de Mustafa Kemal Atatürk.

En la época moderna, ambos países han tenido economías fuertemente basadas en la agricultura y en políticas económicas autárquicas, ambos han tenido migraciones masivas dentro de sus países, los turcos empezaron a llegar a Alemania como “trabajadores invitados” más o menos a la vez que los españoles en los cincuenta y ambas naciones fueron reclutadas por Estados Unidos durante la guerra fría por razones geoestratégicas y albergaron bases militares -en 1952 en Turquía y en 1953 en España-. Ambos tienen problemas en contener a nacionalismos minoritarios y terminar sus problemas de terrorismo (ETA y el grupo kurdo PKK). Los militares en ambos países y en Turquía, aún hoy, han sido fuertes protagonistas en la vida nacional. Por último, el llamado kulturkampf sigue en ambos países (más en Turquía) entre tradicionalistas y reformistas -en España entre clericales y anticlericales y en Turquía entre laicistas e islamistas-.

No quiero exagerar las similitudes porque hay una diferencia crucial entre los dos países: uno es mayoritariamente católico y el otro musulmán. Sin embargo, lo esencial no es tanto el dogma religioso cuanto la influencia dela religión en la cultura de un país. Turquía es un país rígidamente secular.

Como consta en el último informe de la Comisión Europea sobre la marcha de Turquía, se ha hecho poco progreso desde que empezó su proceso de adhesión a la Unión Europea en 2005 (es miembro asociado desde 1963, 15 años antes de que España empezó a negociar su entrada). En otros aspectos, Turquía estaba por delante de España -se unió a la OTAN en 1952, 30 años antes que España, entró en las Naciones Unidas también en 1952, tres años antes que España, y en el Consejo de Europa en 1949, 28 años antes que España-.

A mi modo de ver, hay tres lecciones importantes para Turquía de la experiencia de España. Después de la muerte de Franco, toda España, salvo los más fervientes partidarios del dictador, apoyaban el ingreso en la Comunidad Europea. Los partidos políticos turcos, al principio de sus negociaciones con Bruselas, también estaban mayoritariamente a favor del ingreso de su país, pero, tristemente, este apoyo ha disminuido, en parte por la oposición a la entrada en la Unión Europea en gran parte de Europa que ha fomentado el nacionalismo. El Partido Republicano del Pueblo, creado por Atatürk, y el ultraderechista Partido del Movimiento Nacional no son hoy entusiastas partidarios de la Unión Europea, y han creado obstáculos, muchas veces, para sacar ventajas partidistas del gobernante Partido por la Justicia y el Desarrollo (AKP), de raíces islámicas pero que se profesa laico y conservador. Mientras que la unidad política en España ayudó a su proceso de adhesión, en Turquía la falta de unidad es una lacra.

En el campo militar, la falta de reformas supone un impedimento serio para la entrada en la Unión Europea. Mientras que la pertenencia de Turquía a la OTAN no sirvió de nada para mantener a los militares al margen de la política -el país ha tenido tres golpes de Estado desde 1960, más uno en 1997 llamado “posmoderno”, por no implicar una acción directa, y el último en 2007 llamado “e-golpe” por consistir en un aviso al Gobierno publicado en la web del Ejército-, en el caso de España, su adhesión a la OTAN sí actuó como un catalizador de reformas militares. Más importante que esto fue, sin embargo, el proceso de democratización en España en todas las esferas. Según Narcís Serra, ministro de Defensa entre 1982 y 1991 y autor de un excelente libro sobre la transición militar, “sin avances en el proceso general de democratización no pueden democratizarse los ejércitos, y aun en procesos de democratización con progresos firmes puede suceder que la evolución en el ámbito del control militar sea más lenta y prolongada. El control de los militares requiere una mayor riqueza institucional que la mera existencia de elecciones libres, empezando por un Gobierno legitimado y un poder legislativo convencido del apoyo al Gobierno en esta tarea”. Turquía hará bien en seguir estos consejos.

El motor de reformar las Fuerzas Armadas en Turquía ha sido el proceso de adhesión a la Unión Europea que ha dado lugar a algunos cambios, por ejemplo en el Consejo Nacional de Seguridad, una especie de Gobierno en la sombra, pero, en palabras de la Comisión Europea, “la tendencia de los militares a hacer comentarios públicos sobre temas que trascienden sus competencias, incluyendo la agenda de reformas, ha incrementado”.

El tema militar es muy complejo y sensible, y en esta área inciden otros factores clave como el laicismo, la defensa de las numerosas fronteras de Turquía y el resurgimiento del terrorismo del PKK. Sin embargo, pienso en las palabras del general Manuel Gutiérrez Mellado, el valiente vicepresidente primero para Asuntos de la Seguridad y Defensa Nacional con Adolfo Suárez, quien dijo en una conferencia a militares cuatro años antes del golpe de Estado en España en 1981: “No olvidemos que los militares no tenemos la exclusiva del amor a la patria”.

Por último, no se ha redactado aún una nueva Constitución en Turquía para reemplazar la Constitución ratificada en 1982 durante la última junta militar. Esta Constitución da demasiados derechos al Estado y demasiados pocos a los ciudadanos. La clase política española comprendió que el país necesitaba una revisión completa de la Constitución y había que tirarla por la ventana y no limitarse a unos meros retoques, como ha sido el caso en Turquía, hasta ahora con esfuerzos fallidos como legalizar el velo en universidades, una reforma aprobada por el Parlamento y luego rechazada por el Tribunal Constitucional, bastión de secularismo.

España está ampliamente reconocida en Turquía como una fuente de inspiración para ingresar en la Unión Europea; hace falta seguir su ejemplo con más audacia.
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Lecciones/espanolas/Turquia/elpepiopi/20090218elpepiopi_4/Tes

Vender la imagen comercial de España

En ningún país desarrollado se da un desfase tan grande como en España entre la percepción que se tiene del mismo y sus empresas, y su propia realidad empresarial y socioeconómica. El progreso experimentado por España durante los últimos 30 años, que la ha llevado a convertirse en la séptima economía más importante del mundo y en el sexto país inversor neto en el exterior, no se corresponde con la percepción que desde fuera se tiene del país. En términos generales, España sigue viéndose, en mayor o menor medida en cada parte del mundo, como una tierra de fiesta y de siesta, algo positivo para su floreciente sector turístico (el segundo del mundo en cuanto a número de visitantes y de ingresos), pero no cuando se trata de vender y promocionar sus productos en el extranjero y de ser considerado un país serio y eficiente.

En un mundo crecientemente globalizado, en el que la competencia se acentúa cada año y el precio no es siempre el factor primordial, cada vez es más frecuente que las empresas y los países se diferencien entre sí y que añadan valor recurriendo a una marca, a un activo intangible. Cuanto mejor es la imagen de marca de un país, más fácil resulta que el resto del mundo lo acepte y que sus productos y servicios tengan éxito. Y uno de los factores que inciden en esa imagen comercial son las marcas de sus empresas, así como sus líderes culturales, sociales y políticos.

Por ejemplo, gracias a Nokia, el principal proveedor de teléfonos móviles del planeta, el sello de toda Finlandia en el mapa del mundo es el de un país muy desarrollado tecnológicamente e innovador. Tanto Finlandia (con Nokia) como España (con Zara) figuran con una compañía en la última lista de las 100 marcas principales elaborada por BusinessWeek e Interbrand. Pero aquí terminan las comparaciones: Zara, a diferencia de Nokia, no ha mejorado mucho la imagen del conjunto de España.

Junto a su irreprochable transición a la democracia y la transformación de su economía, en España también se han registrado otros hitos, sobre todo los Juegos Olímpicos y la Exposición Universal de 1992, que han proclamado la modernización del país. Sin embargo, cuando los consumidores evalúan España y sus productos en las encuestas que calibran percepciones y estereotipos, la imagen sigue sin encajar con la realidad. No obstante, para los consumidores, la realidad es la percepción. Una de las consecuencias de ello es que las exportaciones españolas no tienen tanto éxito como deberían y el déficit comercial es enorme.

La etiqueta made in Spain no vende bien. Algunas empresas españolas eligen nombres que no se identifican fácilmente con el país; es el caso de Massimo Dutti, que suena claramente a italiano y que, por lo tanto, tiene más aceptación. Muchas empresas españolas utilizan nombres de marca “neutrales” como Camper.

Sea la que sea, la imagen de España es fuerte y, remontándose al siglo XVI, cuando sus conquistadores forjaron un imperio en América Latina y su Armada zarpaba hacia Inglaterra, es de las más antiguas. En la actualidad, después de que tres importantes empresas españoles y un banco “conquistaran” un fabricante de teléfonos móviles, Heathrow y otros aeropuertos, una eléctrica y un banco del Reino Unido, la prensa británica utiliza la palabra “Armada” en otro contexto. En realidad, ahora se echa la culpa a España de que Heathrow sufra problemas constantes.

Los expertos en marcas dividen los países entre “fríos” (eficientes, rigurosos y, por tanto, serios) y “cálidos” (apasionados, divertidos y, en consecuencia, no serios). Alemania y Gran Bretaña se encuentran entre los países “fríos” y España entre los “cálidos”. Francia es uno de los pocos que se considera tan “cálido” (recibe más turistas que España) como “frío” (triunfa como exportador). Esa misma percepción es la que necesita España. Chile tenía tanto empeño en grabar su “frialdad” (y, por tanto, su seriedad) en el mundo, que en 1992 envió un iceberg antártico a Sevilla y lo convirtió en la pieza capital de su pabellón en la Expo.

¿Qué se puede hacer para cambiar la imagen de marca de España? En 2003, con un Gobierno del PP, el Real Instituto Elcano, Dircom, ICEX y el Foro de Marcas Renombradas Españolas (FMRE) publicaron un informe proponiendo estrategias para mejorar y organizar la percepción y la imagen que de España se tiene en el exterior. La conclusión principal fue que, como la imagen de marca de una nación es un asunto de Estado, y va más allá de las diferencias partidistas o ideológicas, porque afecta a todos, es éste el que, implicando tanto al sector público como al privado, debe coordinar todas las iniciativas al respecto. Los socialistas han hecho muy poco para poner en práctica las recomendaciones, y el PP tampoco fue muy lejos. Promocionar la imagen de España no es algo que le siente muy bien a las 17 comunidades autónomas. En concreto, los gobiernos catalán y vasco prefieren vender su propia imagen y sus propias marcas, en lugar de aparecer bajo el paraguas español. Mayormente, el Gobierno central, al margen de cuál haya sido su signo político, ha sido muy reacio a implicarse en la promoción de la imagen de marca española. Al igual que ocurre en muchos otros casos, no hay una perspectiva bipartidista para abordar el problema.

Cualquier propuesta para desarrollar la imagen de marca de España tiene que asentarse en tres pilares: las empresas, las instituciones públicas y otros factores. Los puntos débiles de esta cadena se encuentran en la imagen de las empresas españolas y en la resistencia de las comunidades autónomas. Por ejemplo, en las ferias internacionales de alimentación que se celebran en Italia, los italianos promocionan el aceite de oliva nacional en una única caseta, mientras que todas las regiones españolas que lo producen tienen su propio stand y, con frecuencia, no dejan muy claro que son españolas. La ironía es que el grueso del aceite de oliva que venden las empresas italianas procede de España, pero es algo que no mencionan sus etiquetas. Además, lo venden más caro.

Entre las empresas españolas, hay unas 150 marcas “embajadoras” que generan en torno al 40% del PNB del país. Se podría mejorar la imagen de esas marcas y, por tanto, la de la marca “España” mediante el procedimiento conocido con el nombre de cobranding, por el que una persona famosa en el extranjero vincula su nombre al de una empresa. El Grupo Santander está publicando en The Economist una serie de costosos anuncios a toda página en los que figura su nombre en un vehículo de fórmula 1, en cuyo equipo corren dos pilotos españoles. Pero no se trata únicamente de gastar grandes sumas de dinero en publicidad. Zara, en vez de invertir en anuncios, se ha situado en el mapa del mundo gastando su dinero en colocar sus tiendas en zonas inmobiliarias de primera categoría. Como dijo en una ocasión Woody Allen: “En la vida, el 50% del éxito tiene que ver únicamente con hacerse notar”.

Más que ocultar su origen, las empresas españolas necesitan promocionarlo. Para fomentar la imagen de la marca España en su conjunto, sería positivo que las principales marcas del país añadieran a sus anuncios palabras que las identificaran claramente con él o un logotipo aceptado por todos que, de utilizarse, les supusiera ventajas fiscales. El ICEX, por ejemplo, está colocando junto a sus siglas una “E” (de España) que recuerda el cuerno de un toro.

Es preciso neutralizar los estereotipos negativos que suscita España, pero sólo se podrá hacer si nos ponemos de acuerdo en cómo hay que hacerlo. A menos que todas las comunidades autónomas y el Gobierno central trabajen conjuntamente, pocas oportunidades habrá de vender la imagen del país de otra manera.

Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Vender/imagen/comercial/Espana/elpepuopi/20071228elpepiopi_12/Tes