Nostalgia para el “milagro español”

Visto desde la crisis de hoy, los ocho años del Partido Popular parecen una época dorada. Cuando el PP gano la elecciones en 1996 España no cumplía ninguno de los cinco requisitos para acceder a la Unión Monetaria Europea (UME) y para ser, por tanto, socio fundador del euro. El déficit público se situaba cerca del 7% del PIB; la deuda pública se aproximaba al 70% del PIB; la inflación rondaba el 5%, muy lejos de la media europea; los tipos de interés se habían elevado a más del 11% y la peseta acumulaba cuatro devoluciones. Además, la tasa de paro era del 23%. El gasto público se incrementó rápidamente durante la primera etapa socialista con la ambiciosa ampliación del Estado de bienestar (desde el nivel bajo de la dictadura franquista) y sin tener en cuenta la capacidad económica del país.

En 2004, España había conseguido entrar en la UME; la tasa de paro se había reducido al 11% y la deuda pública al 50% del PIB; el déficit público se había corregido casi por completo y la renta por habitante había crecido desde el 78% de la media comunitaria (el mismo porcentaje que 20 años antes) hasta el 88%. En Europa, se hablaba del “milagro español.” Gracias al PP, España, por primera vez, dejó de ser “diferente” y estaba desde el principio entre los socios fundadores de una nueva Europa. Tal vez hubiera pasado con un Gobierno socialista, aunque lo dudo.

Todos estos logros, y otros, están contados en un libro, “España, Claves de la Prosperidad”, publicado recientemente por Gota a Gota, el sello editorial creado por la Fundación FAES, el think tank del PP, y coordinado por Luis de Guindos, ex secretario de Estado de Economía, con 19 autores (todos protagonistas). Como era de esperar, el libro es algo hagiográfico, pero está escrito con claridad y es muy útil para entender el cambio en el rumbo de la política económica. Los autores tienen razón en decir que “cuando a la economía española se le dota de un marco de disciplina macroeconómica y se liberalizan sus mercados, se produce siempre un salto en términos de bienestar que se extiende durante un período dilatado de tiempo.” Los hechos lo han demostrado.

Hoy, la crisis es mucho peor que en 1996, pero las circunstancias internas son muy diferentes (un modelo económico agotado, entre otras cosas) por no hablar del contexto global (una crisis generalizada en la que los problemas de bancos están incidiendo gravemente en la economía real). El déficit público esta en el 11.4% del PIB, la deuda pública se ha incrementado hasta el 55% y la tasa del desempleo ha aumentado hasta el 18% (todas cifras del 2009), por mencionar solo unos problemas.

Como dijo nada menos que Felipe González el mes pasado en la Universidad de Nueva York, “La Unión Monetaria y el Pacto de Estabilidad tenían a un magnifico alumno en España hace dos años, y ahora es de los peores de la clase.” El ex presidente explicó que “el país iba mal” antes de que estallara la burbuja especulativa y se tardó en ver “una situación de emergencia.” La gran pregunta que no tiene respuesta es si la crisis hubiera sido mucho menos grave con el PP en el poder hoy. El PP, por supuesto, cree que sí.

Es cierto que los socialistas bajo José Luis Rodríguez Zapatero no han sido nada reformistas en el campo económico (los de González si, con consecuencias positivas y negativas). España está pagando un precio alto por haber abandonado el camino de las reformas y haber desaprovechado una oportunidad de oro hacerlas durante la bonanza económica. Igualmente cierto es que los “excesos de inversión” en palabras de los autores en el sector inmobiliario empezaron con el PP (un promedio anual de 325.000 de viviendas iniciadas entre 1996 y 2003 durante su Gobierno). El apoyo a la construcción fue una huída hacia adelante que el PSOE ha continuado (un promedio anual de 766.000 entre 2004 y 2009). El PP no hizo nada contra el monocultivo de la construcción para cambiar el modelo económico y hacerlo basado más en el conocimiento. Esto tuvo consecuencias muy negativas al atraer más mano de obra extranjera que la razonablemente necesaria, al drenar crédito para otros sectores y al destruir recursos naturales. El porcentaje de extranjeros en la población total subió del menos de 3% al 7% entre 1996 y 2004 y hasta el 12% en 2009. Y no hizo nada en favor de la productividad, que evolucionó muy negativamente en términos comparativos, y poco en el campo del mercado laboral.

Los avances realizados en formación profesional fueron correctos (pequeños retoques de la ley de 1990 -la LOGSE-), pero en educación general, hubo una obsesión por la privatización de la enseñanza y poco más, con el resultado de aumento del abandono escolar, particularmente en el sector público. El nivel de abandono alcanzó el 27% de la población con edad escolar obligatoria (hasta los 16 años) en 1996 y hoy abarca a más del 30%, situando a España a la cola de los países de la Unión Europea.

Los autores concluyen que la prosperidad económica únicamente ha sido posible en España con “el espíritu reformista y la disciplina fiscal”. A ver si el PP tiene la oportunidad de aplicar su receta en 2012. Mientras tanto, haría un gran favor al país si fuera menos obstruccionista con el PSOE. Después de todo, la crisis de hoy es culpa de todos.
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