Stalin, ¿responsable de un genocidio o un mero asesino?

¿En que consiste el genocidio? La palabra, definida por la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio y adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948, y recogida en el Estatuto de la Corte Penal Internacional de 1998, está asociada casi exclusivamente con el Holocausto de Hitler con casi seis millones de víctimas judías. Entre los años 30 y su muerte en 1953, más de un millón de personas fueron ejecutadas durante la dictadura de Joseph Stalin y millones más murieron a consecuencia de los campos de trabajo, deportaciones, hambruna, masacres y detenciones e interrogatorios de los secuaces del dictador. ¿Constituyeron genocidio?

El historiador estadounidense Norman Naimark, en su nuevo libro Stalin’s Genocides (Los Genocidios de Stalin), publicado por Princeton University Press, cree que sí. El tema no es solo de interés histórico. El mes pasado, José Luis Rodríguez Zapatero, decidió no recibir en La Moncloa a Paul Kagame, el presidente de Ruanda, imputado en delitos de genocidio en el conflicto entre tutsis y hutus (los dos, increíblemente, son copresidentes del Grupo de Impulsores de los Objetivos del Milenio, creado por la ONU); 20 países (y el parlamento de Cataluña este año) han reconocido la masacre de más de un millón de armenios en 1915 por turcos como genocidio (aún denegado por el gobierno de Turquía) y el juez Baltasar Garzón usa la palabra genocidio nueve veces en su controvertido y disparatado auto de 2008 sobre los crímenes de la dictadura franquista.

Ni siquiera la matanza de 1.700.000 personas por el régimen de los Jemeres Rojos de Camboya entre 1975 y 1979 se llama genocidio, al menos oficialmente. Uno de los responsables, Kaing Guek Eav, fue declarado culpable el mes pasado de crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, pero no de genocidio.

Naimark dedica una atención especial al asesinato en Ucrania en 1932-33 mediante el hambre a través de la confiscación de las reservas de trigo y el aislamiento de regiones para impedir la huida en busca de alimento. Los kulaks (campesinos ricos y considerados contra revolucionarios) se oponían a la política de colectivización de Stalin en una región conocida como el granero de Europa (por su enorme cantidad de productos agrícolas). Nadie sabe con certeza cuántas personas murieron: el gobierno de Ucrania habla de 10 millones. Los ucranianos llaman a esta tragedia holodomor que significa “matar de hambre.”

La resolución de la ONU está enfocada sobre el asesinato de grupos, etnias, nacionales, raciales y religiosos y excluye, aunque no explícitamente, grupos sociales y políticos, que fueron la mayoría de las víctimas de las campañas de exterminación de Stalin. No sorprende que la Unión Soviética se negara en su día aceptar la inclusión de estos grupos en la Convención sobre el Genocidio, aunque a las familias de las víctimas les cuesta comprender las diferencias morales, éticas y legales entre una forma de asesinato masivo y otro.

Naimark cree que la definición de 1948 de genocidio no puede ser aplicada al caso de la hambruna ucraniana porque esta gente murió precisamente por ser ucraniana. Stalin quiso “destruirles como nación enemiga, que era lo que pensaba de ellos, y convertirles en una nación soviética que sería plenamente fiable y totalmente desnacionalizada salvo en sus aspectos más superficiales”. Él estaba “convencido de que los campesinos de Ucrania como grupo, y que se autoidentificaban como ucranianos, eran enemigos del pueblo, que merecían la muerte. Esto era suficiente para el líder soviético; y esto a su vez sería suficiente para concluir que la hambruna en Ucrania se considere genocidio”.

Muchos historiadores han comprobado que había suficientes cereales en la Unión Soviética durante estos años para alimentar a los ucranianos. De hecho, la Unión Soviética continúo exportando una gran cantidad de cereales durante la hambruna para conseguir los fondos para la industrialización a cualquier precio. Stalin no hizo nada para aliviar la conocida situación en Ucrania.

Naikmark hace una comparación entre Hitler y Stalin. El Holocausto fue la forma más extrema de genocidio, pero hay otras. Los dos dictadores mataron en el nombre de sus visiones sanguinarias de utopía.
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