Hay personas que dedicaron toda su vida a una causa, pero pocos con tanta determinación como que Simon Wiesenthal quien, con 37 años y poco después de ser liberado de Mauthausen, el campo de concentración en Austria, en mayo de 1945 y pesando menos de 45kg, abrió su primer archivo en contra de criminales de guerra Nazis. Cuando murió en 2005 sus investigaciones habían conducido a la detención de centenares de personas, el más conocido de los cuales, Adolf Eichmann, fue responsable directo de la solución final, principalmente en Polonia, y de los transportes de deportados a los campos de concentración.
Wiesenthal participo en un intento sin éxito de detener a Eichmann en Austria en 1949. Luego descubrió en 1953 que Eichmann estaba viviendo en Buenos Aires, pero no fue detenido hasta 1960 cuando agentes del Mossad, el servicio secreto de Israel, lo llevaron secretamente a Jerusalén donde fue enjuiciado y ahorcado.
Entre los 85.000 prisioneros de Mauthausen había unos 7.000 españoles, perdedores derrotados en la Guerra Civil que luego lucharon contra el régimen de Hitler, de los que dos tercios de los cuales murieron en el campo. Una de los fotos en el meticulosamente investigado libro de Tom Segev, Simon Wiesenthal: The Life and Legends (Simón Wiesenthal: La Vida y Leyendas), publicado por Jonathan Cape, muestra a los prisioneros de Mauthausen saludando a la 11ª División Acorazada de los EE UU por en su liberación bajo una enorme pancarta escrita en español (“Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras”)
El libro de Segev, un historiador y periodista israelí, está basado en el archivo privado de Wiesenthal y los archivos desclasificados de los servicios secretos de Israel, Polonia y Alemania. Revela, por ejemplo, que Wiesenthal trabajaba para el Mossad y que, aparte de localizar a criminales Nazis, suministró información sobre las actividades de antiguos Nazis en países árabes, en particular Egipto donde algunos científicos ayudaron a fabricar misiles y armas químicas. El coronel austríaco Otto Skorzeny de la Waffen-SS, famoso por haber rescatado al dictador italiano Benito Mussolini y que escapó de un campo de desnazificación a España en julio de 1948 (murió en Madrid en 1975), también trabajaba para el Mossad en lo relevante a Egipto. Skorzeny puso una condición para colaborar con el Mossad — que Wiesenthal quitase su nombre de su lista de criminales nazis, pero éste se negó hacerlo. Fue una de las decisiones más difíciles de su vida — o cooperar con las necesidades de seguridad de Israel, con las que se identificó profundamente, o seguir su compromiso con la justicia. A pesar de la decisión de Wiesenthal, Skorzeny decidió trabajar para el Mossad.
Durante la Guerra Fría el servicio secreto polaco intento sin éxito captar a Wiesenthal como agente comunista, pero él odiaba todo tipo de ideología totalitaria.
Tal vez por su experiencia en Mauthausen y el sentido de culpabilidad que tenia por haber sobrevivido (algo que le pasó a muchos supervivientes del Holocausto), Wiesenthal fue una persona muy compleja y egocéntrica. Le gustaba acaparar la atención de todo el mundo. Era tan conocido, y odiado por algunos, que un día una carta del extranjero fue entregada a su casa en Viena dirigida sin más a “The Jew Pig, Austria” (El Cerdo Judío, Austria). Su defensa de Kurt Waldheim, antiguo Secretario General de las Naciones Unidas y presidente de Austria, acusado de complicidad en crímenes de guerra, le costó (costó aquí significa que lo perdió por culpa de ayudar a Waldheim. Si, en cambio, lo obtuvo por ello, entonces sería valió) el premio Nobel de la Paz. Un comité internacional de historiadores examinó la vida de Waldheim entre 1938 y 1945, cuando sirvió como oficial del ejército alemán, y no encontró evidencia que permitiese involucrarlo con crímenes de guerra, pero su informe final advertía que Waldheim debía conocer más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Wiesenthal pudo haber vivido en Estados Unidos o en Israel, pero preferió pasar su vida en Austria sumido en recuerdos que la mayoría de los supervivientes del Holocausto intentaron olvidar. Entre los 300.000 papeles que Segev examinó hay una de un superviviente explicando por qué había dejado de creer en Dios. Según lo describe Segev: “Dios permitió a las tropas de las SS arrancarle un bebé a su madre y usarlo como balón de fútbol. Cuando se convirtió en un girón de carne, se lo echaron a los perros. La madre fue obligada a verlo. Entonces le arrancaron la blusa y le obligaron a que la usara para limpiarles la sangre de sus botas.”
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