Por fin, desde este mes, España tiene una ley antitabaco sensata y ha dejado de ser diferente en este terreno. Los turcos (desde julio de 2009), los italianos (desde enero de 2005) y los irlandeses (desde marzo de 2004) no pueden fumar en cafés, bares y restaurantes, y ahora son los españoles los que no pueden. ¡Bienvenido sea este cambio!
La antigua ley antitabaco en España (que entró en vigor en enero de 2006) era una chapuza porque, a diferencia de estos países, permitía a los dueños de bares y restaurantes con menos de 100 metros cuadrados elegir entre permitir fumar o prohibirlo. Y no fue ninguna sorpresa que casi todos (¿el 99%?) eligieron seguir como antes. Solo había que anunciar la decisión claramente. No conozco ningún bar o restaurante en Madrid, donde vivo desde 1986, con menos de 100 metros cuadrados donde se prohíba fumar. Conocí un bar cuyo dueño tuvo la valentía de prohibir el tabaco, pero rápidamente cambió de idea después de que sus clientes habituales y fumadores dejaron de ir. Ahora se prohíbe fumar no solo en todos los locales públicos cerrados, sino también en algunos sitios al aire libre.
Ciertamente hoy es un día triste para el fumador empedernido y novelista Javier Marías quien no tardó en cargar en contra de la antigua y suave ley pocas semanas después de su entrada, llamándola “dictatorial” con el argumento que trataba a los ciudadanos “como a menores de edad, al decirle a los fumadores, entre otras cosas abusivas, que acabarían agradeciéndole que les prohibiese fumar en tantos sitios” y que el “totalitarismo consiste, sobre todo, en la intromisión de los Gobiernos en todas las esferas de la sociedad.”
Es algo exagerado incluir una ley antitabaco entre las medidas totalitarias. Con la misma filosofía se puede decir que la ley que obliga al uso de cinturones en coches o a llevar cascos en motos es totalitaria. Este ley ha salvado muchas vidas (no tantas como desea Pere Navarro, el Director General del Trafico, porque hay mucha gente que sigue ignorándola— cada persona está en su derecho de no hacerlo y sufrir las consecuencias-). También ha reducido enormemente el número de personas en hospitales después de sufrir un accidente, y esto sí es del bien público porque libera espacio en los hospitales para personas enfermas y no precisamente por su culpa.
En el año 2006 (últimos datos disponibles) se produjeron 53.155 muertos en España (¡145 al día!) atribuibles al tabaquismo en individuos mayores de 34 años, según un estudio que publica Medicina Clínica (unos 600.000 al año mueren en todo el mundo según la Organización Mundial de la Salud). La espantosa cifra para España supone el 14,7% de las muertes por todas las causas y un alto coste para las cuentas de la salud pública.
Por supuesto el imperio del tabaco contraatacó. Para Dominic Brisby, presidente de Altadis (empresa formada por la española Tabacalera y la francesa SEITA y filial de Imperial Tobacco), la nueva ley española “es la más radical del mundo y fracasará. Solo hay un par de países con leyes más radicales, como Bután, un país del tercer Mundo donde la gente viaja en burro.” Bután podría ser un país del Tercer Mundo; sorprende que Brisby sea tan despectivo porque es ahí donde las compañías de tabaco se lucran. Está en los intereses de las tabacaleras que la ley española fracase.
Es cierto que la ley antitabaco ha ido de un extremo a otro: de ser demasiado permisiva a algo radical con respecto a algunos sitios al aire libre como los patios, las zonas infantiles de los parques y las áreas de acceso. ¿Y porque no?
Los hosteleros, afectados por la crisis, creen que además del daño económico, los españoles no están preparados sociológicamente. (Es conocida la relación entre los hosteleros y las tabacaleras). Y los turcos, los italianos y los irlandeses, ¿están más preparados que los españoles? He estado en los tres países y sus leyes antitabaco funcionan bien y son respetadas. ¿Por qué no en España? Y no me consta que sus leyes hayan dañado sus economías.
Según Brisby, hay unos 12 millones de españoles que fuman (casi el 25% de la población total). Son una minoría y, además, una minoría que contamina a los no fumadores, por ejemplo a camareros (fumadores pasivos) que tienen un 50% más de probabilidades de contraer un cáncer de pulmón que una persona que trabaja en un entorno donde está protegido, según la médica Ángeles Planchuelo, presidenta del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo.
La salud pública tiene que prevalecer por encima de todas las otras consideraciones. A ver si hace falta establecer un cuerpo de policía antitabaquismo para hacer cumplir la nueva ley.
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