Hoy, gracias al transporte aéreo rápido a cualquier parte del mundo y con medios de comunicación electrónica, estamos acostumbrados a que los periodistas cubran acontecimientos en tiempo real.
La aviación, uno de los temas de mayor interés para el hombre de la primera mitad del siglo XX, llamaba poderosamente la atención del gran periodista español Manuel Chaves Nogales (1897-1944). La aviación significaba el progreso, la actualidad; suponía que quien quisiera estar en la vanguardia de la información, como Chaves Nogales, tenía que servirse de ella.
Para cubrir la travesía aérea del Atlántico de Ruth Elder en 1927, el primer intento realizado por una mujer, Chaves Nogales alquiló un avión y durante varios días informó de los acontecimientos a través de radiogramas y crónicas transmitidos por avión con impactantes titulares.
Gracias a la aviación, Chaves Nogales pudo entrevistar para varios periódicos como Ahora a los protagonistas de la Historia, pisando el terreno de los grandes acontecimientos y conociendo de cerca la realidad de la convulsa Europa: las secuelas, más de diez años después, de la revolución bolchevique de 1917; de la guerra civil en la URSS; la gestación de los fascismos en Alemania e Italia; la preparación de la segunda Gran Guerra europea y los esfuerzos de mediación en los conflictos de la Sociedad de Naciones.
Nadie ha hecho más para dar a conocer la obra de Chaves Nogales y recuperar un figura tan excepcional e independiente como lo fueron Albert Camus o George Orwell, que María Isabel Cintas Guillén cuya biografía, “Chaves Nogales: El oficio de contar”, la primera que se hace del periodista, acaba de ser publicada por la Fundación José Manuel Lara.
Cintas Guillén ha editado e introducido la Obra Narrativa y Periodística de Chaves Nogales, en cuatro tomos con cerca de mil páginas cada uno, y otros títulos como “Lo que ha quedado del imperio de los zares”, que describe magistralmente los distintos destinos de personas que tuvieron que salir de Rusia tras la Revolución de 1917 y el asesinato de la familia imperial, y “La agonía de Francia” que narra con gran conocimiento de causa las vicisitudes políticas y sociales de una Francia acosada por los Nazis.
Los restos de Manuel Chaves Nogales reposan en el espacio entre dos tumbas, junto al
árbol talado, en el cementerio de East Sheen, Londres. Foto: María Isabel Cintas Guillén
Chaves Nogales entró en el mundo del periodismo de forma natural, acompañando a su padre a las sesiones del Ateneo y a los archivos sevillanos, a los que Chaves Rey acudía de forma cotidiana en busca de documentación para elaborar los temas de la historia de Sevilla que tanto le interesaban.
Lo que Chaves Nogales quería contar era exactamente lo que quería Antonio Machado, “lo que pasa en la calle.” Su carácter inquieto, inquisitivo y analítico le llevó por los derroteros de la sencillez, la claridad y el análisis.
Frente al periodista de principios del siglo XX, que se caracterizó por su sedentarismo, el de la salida de la Primera Guerra Mundial iba tras la noticia allí donde se encontrara.
Chaves Nogales estuvo en la vanguardia en España del periodismo de patas (en expresión de Pío Baroja) y también de proyección industrial.
Autocalificado “un pequeño burgués liberal”, el nacimiento en 1931 de un régimen de libertades salido de las urnas, no podía por menos que entusiasmar a Chaves Nogales. Pero los conflictos comenzaron muy pronto a agobiar a la joven República. Como demócrata convencido y enemigo de extremismos de cualquier tipo, estuvo con el Gobierno que se estableció desde la legitimidad. A pesar de estar claramente del lado de la República, Ahora fue incautado después del golpe del 18 de Julio por sus trabajadores, empujado por Claridad, el periódico de la UGT.
Así cuenta la situación el propio Chaves en el prólogo de “A sangre y fuego: Héroes, bestias y mártires de España”, un devastador libro de episodios de la Guerra Civil escrito en 1937 cuando ya estaba en el exilio en Paris (desde noviembre de 1936):
“Yo, que no había sido en mi vida revolucionario, ni tengo ninguna simpatía por la dictadura del proletariado, me encontré en pleno régimen soviético. Hice constar mi falta de convicción revolucionaria y mi protesta contra todas las dictaduras, incluso la del proletariado, y me comprometí únicamente a defender la causa del pueblo contra el fascismo y los militares sublevados.”
Para Chaves Nogales, “la crueldad y la estupidez se enseñoreaba entonces de toda España”, lo cual él atribuye “a la peste del comunismo y del fascismo” a partes iguales.
Ante el avance de las tropas alemanas sobre Paris, Chaves Nogales tuvo que emprender de nuevo el camino de la huída. Pasó sus últimos años en Londres y no dejó de trabajar en favor de la democracia. Dirigió The Atlantic Pacific Press Agency, escribía su propia columna en el Evening Standard y colaboró con la BBC en sus servicios extranjeros.
Murió en 1944, con sólo 46 años de edad y lejos de su familia. Le hicieron una intervención por problemas en el estómago y murió en la operación. Fue enterrado en el cementerio de East Sheen (en el número 19 en la sección CR) y no hay nada que indique que allí reposan sus restos.
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