Deseos de Año Nuevo

Después de ofrecer la semana pasada unos regalos de Navidad para Mariano Rajoy, voy a expresar mis buenos propósitos para 2012 para toda España. Tradicionalmente, el fin de año es una ocasión para ofrecer a los seres queridos paz, prosperidad, felicidad y buena salud. Dado que España no está en guerra, es bastante más rica que hace unos 30 años, es más alegre que mi país, el Reino Unido, a pesar de la crisis, y la esperanza de vida al nacer es de más de 81 años, una de las más altas del mundo y un indicador fiable del nivel de salud, voy a concentrarme en otras cosas.

Mi mayor deseo es que no haya más crispación entre los dos partidos políticos principales y que se pongan de acuerdo para empezar a resolver el mayor problema del país: la creación sostenida de empleo. Esto significa resolver otros dos grandes lastres: un modelo productivo excesivamente basado en el ladrillo que ya no sirve (aún tenemos unas 750.000 nuevas casas en venta que no se han vendido) y un sistema educativo deteriorado y en declive.

Con una mayoría absoluta en el Congreso y valentía para enfrentarse con los sindicatos, Rajoy podría empezar a cambiar la profunda e injusta división en el mercado laboral entre insiders (los trabajadores con contratos permanentes y un coste de despido demasiado alto) y los outsiders (los muchos empleados con contratos temporales que son los primeros en perder sus trabajos porque cuesta poco).

España es la primera en tasa de paro (oficialmente 21,5%, aunque yo no creo que sea una cifra fiable) y en tasa de temporalidad (25%) y tiene una potente economía sumergida (algunas fuentes no oficiales la estiman en torno a 2,5 millones de empleados y a un 21% del PIB). No sorprende que el ultimo informe de World Economic Forum sitúe a España en el indicador de eficiencia del mercado laboral en la posición 119 en relación a un total de 142 países.

España ha tenido una borrachera de reformas laborales en los últimos 25 años, desde políticas activas, negociación colectiva y seguridad social hasta contratos de aprendizaje, procedimiento de regulaciones de empleo y economía sumergida, pero no han cambiado la característica más llamativa del mercado laboral español: crea mucho empleo en ciclos de expansión económica y destruye muchos puestos de trabajo en ciclos de recesión.

Basta ver las cifras de creación masiva de empleo durante el auge de la economía española (1994-2007) y la destrucción igualmente masiva desde 2008. José Luis Rodríguez Zapatero dejo el poder con 2,8 millones personas más sin trabajo que cuando entró en La Moncloa en 2004. Este sugiere que las reformas laborales por sí solas nunca van a resolver el problema del paro en España.

Llama la atención que Alemania, con una población de 82 millones, tiene hoy 2,73 millones de parados y España, con una población de 44 millones, tiene casi 5 millones de desempleados. España ha sido incapaz de crear empleo sostenido, a diferencia de Alemania, porque tiene un débil y vulnerable modelo económico (el de Alemania está mucho más enfocado hacia las exportaciones) y un sistema educativo que no rinde lo suficiente. Dicho esto, es curioso saber que España es el país de la Unión Europea con más trabajadores sobrecualificados, el 31% , según la oficina estadística Eurostat. Es decir, tiene un nivel de formación superior al que exige su empleo. Se trata de la tasa más alta de toda la UE y supera ampliamente la media comunitaria, que se sitúa en el 19%. La sobrecualificación es todavía más grave en el caso de los trabajadores extranjeros en España, colectivo en el que alcanza el 58%. La explicación podría residir precisamente en el modelo económico: tanto el sector de la construcción en el sentido más amplio como del turismo tienen un peso muy alto en la economía española (casi el 30% del PIB en 2007) y no hace falta tener títulos de educación superior para trabajar en estos dos sectores altamente intensivos en mano de obra, y no en cerebros.

Más reformas laborales podrían ser aprobadas de la noche a la mañana, pero crear un modelo productivo más sostenible tardará al menos una década. Mientras tanto, la destrucción de empleo está poniendo a la Seguridad Social al borde del déficit por primera vez desde 1998, tumbando un superávit que es el último bastión de una bonanza económica artificial.

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