Emprendedores armados

La facilidad y rapidez con que los conquistadores lograron establecerse en los países que forman hoy América Latina nunca han dejado de sorprenderme. Con solo unos 1.500 hombres Hernán Cortés venció al bastante avanzado imperio azteca en México y algo similar pasó con su pariente Francisco Pizarro en Perú con los Incas. A diferencia de las poblaciones indígenas, los conquistadores tuvieron caballos, perros, espadas y cañones, pero estas ventajas no son suficientes para explicar sus éxitos.

Gracias al nuevo libro del gran historiador Felipe Fernández-Armesto, The Conquistadors: A Very Short Introduction (“Los Conquistadores: Una Brevísima Introducción), escrito con Matthew Restall y publicado por Oxford University Press (OUP), comprendo mucho mejor el porqué de las victorias de los conquistadores.

Este libro, como dice parte de su título, tiene la virtud de ser corto pero, a pesar de esto, no es simplista. Forma parte de un serie que ya cubre más de 200 temas, desde la Antigua Grecia hasta la ciencia y la religión, y caben en el bolsillo.

La imagen ampliamente diseminada de los conquistadores es la de unos hombres (y algunas mujeres) sanguinarios, cuyos actos de violencia y maltrato de los nativos forman parte de la Leyenda Negra sobre España. Lope de Aguirre, conocido como El Loco, era, sin embargo, un ejemplo extremo de la brutalidad y crueldad y no un caso típico. Aguirre instigó una orgía de violencia cuando bajó por el Río Amazonas, asesinando no sólo a nativos sino también a miembros de su propia expedición. Cosechó los frutos que se merecía: por rebelarse contra el rey fue ejecutado y su cuerpo descuartizado y enviado a varias ciudades de Venezuela, en donde sus restos fueron comidos por los perros.

Los autores del brillante libro demuestran que los conquistadores, en general, no fueron más violentos que otros fraguadores de imperios, por ejemplo mis compatriotas, los británicos, y que obtuvieron la mayoría de los territorios de una forma pacifica, algo poco conocido.

Los conquistadores se aprovecharon del descontento civil y hostilidad entre comunidades en ambos imperios para reclutar para su causa guerreros nativos e intérpretes. La más famosa del último grupo fue Malinche, en México, que se convirtió en la amante de Cortés y madre de su primer hijo, Martín. La conquista de México está explicada también en otro excelente libro recientemente publicado por OUP sobre los aztecas y en la misma serie, escrito por Davíd Carrasco, catedrático en la Universidad de Harvard.

Los españoles también se beneficiaron de ser inmunes a las enfermedades que introdujeron, en particular la viruela, que mataron a centenares de miles de nativos.

Con unas probabilidades abrumadoras en contra, no sorprende que los conquistadores creyeran que sus victorias demostraban que Díos había ordenado su misión y que los españoles tenían un moral superior.

El típico conquistador tenia menos de 30 años, era un católico ferviente, semialfabetizado y no era un soldado en los ejércitos del rey. Cruzó el Atlántico, a riesgo de perder la vida, en busca de riqueza y status social. Era una especie de emprendedor armado. Hoy, los “conquistadores” son las empresas españolas, como Santander, BBVA, Telefónica y Repsol, que tienen intereses significativos en América Latina. Santander, por ejemplo, generó más beneficios en Brasil en 2011 que en España y lo mismo hizo BBVA en México.
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