Elogio de la prensa extranjera, con matices

Se ha creado toda una industria en los últimos 36 años alrededor de la Transición española a la democracia, con centenares de congresos, documentos, libros, etc, sobre muchos aspectos de este periodo extraordinario. Pero se ha dedicado poca atención al papel que jugó en ella la prensa extranjera.

Como periodista afincado en España durante parte de los años 70, tengo un interés personal en el tema y por esto acepté una invitación a participar hace poco en una mesa redonda organizada por la Asociación de Historiadores de la Comunicación (AHC) en la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona, junto con dos periodistas de Italia y Francia, como parte de un congreso sobre la cobertura internacional de la Transición.

La primera cosa que aprendí, gracias a un estudio del profesor Jaume Guillamet, fue que entre el 22 de noviembre de 1975 (dos días después de la muerte de Franco) y el 6 de diciembre de 1978 (fecha del referéndum para ratificar la nueva Constitución), tomado por el AHC como el periodo de la Transición, The Times de Londres, mi principal medio, publicó nada menos que 1.014 crónicas de un tipo u otro sobre España, más que cualquier otro periódico extranjero, y casi una al día*. Hoy, este mismo periódico rara vez publica más de una noticia a la semana sobre España.

Hubo más de 100 corresponsales extranjeros cubriendo España de una manera regular, muchos más que ahora, aunque hoy sea otra vez España el centro de la atención internacional (en el ojo del huracán) pero por razones bien distintas y, a diferencia de la Transición, nadie sabe si en esta ocasión va a tener un final feliz. Tampoco entonces se sabía.

Yo comencé a trabajar para The Times en agosto de 1975, como asistente de su corresponsal jefe, Harry Debelius, y cambié de periódico en el verano del 1978 cuando me fui a México para trabajar con el Financial Times. Así que me tocó el periodo bajo el citado estudio.

Pero más que observaciones cuantitativas lo que me interesaba era saber el impacto de la cobertura de éste y otros periódicos. Nosotros, los periodistas, solemos pensar que somos gente importante, algo más frecuente ahora que en mi época y más, en mi opinión, en la prensa española que en la prensa anglosajona. Hay más de un director o ex-director hoy en día de periódicos españoles que se comporta como un jefe de estado, pero esto es otra historia.

El consenso de los asistentes al congreso y de los estudios presentados sobre la cobertura de España por la prensa escrita y hablada de varios países fue el de que sí fuimos protagonistas de cierta relevancia por informar al mundo, a veces minuciosamente, de un acontecimiento importante — el paso de una dictadura a una democracia – y, hasta cierto punto, informar a los españoles porque no se puede considerar la prensa española realmente libre hasta el año 1977 con la derogación de la Ley de Prensa franquista, en particular de su articulo dos. Este articulo surrealista permitía la libertad de expresión sin “más limitaciones que las impuestas por las leyes.” Al Gobierno le preocupaba su imagen en el mundo, y por ello tendía a comportarse mejor al verse en el espejo de la prensa extranjera.

Yo hice circular entre los asistentes un dibujo de Sir Camara publicado en el Nuevo Diario en febrero de 1976 que mostraba a un hombre calvo con gafas oscuras (el típico franquista acérrimo) hablando en el Club Siglo XXI, preguntando si alguien del público era de The Times. Cuando se le contesta que no, el conferenciante afirma: “Entonces palabrita del niño Jesús.” En aquella época se contaban chistes sobre españoles que leían la prensa extranjera para averiguar lo que estaba sucediendo en su propio país.

La prensa extranjera también proporcionaba ayuda práctica, aunque el caso que cito ocurrió antes de la muerte de Franco. La Junta Democrática, formada por el Partido Socialista Popular (PSP), el Partido Comunista (PCE) y los Carlistas fue proclamada en julio de 1974 en el despacho de Walter Haubrich, corresponsal del Frankfurter Allgemeine Zeitung. Iba a ser anunciada simultáneamente en París y en el restaurante madrileño Las Cuevas de Sésamo, pero, al acercarse al lugar los participantes y periodistas, vieron a la policía. Haubrich ofreció entonces su casa como lugar seguro. Es cierto, que nos identificamos mucho con el proceso de cambio lo cual, sin duda, influyó, a veces demasiado, en nuestras crónicas.

Con el paso del tiempo, nos dimos cuenta de nuestros errores, algo que suele pasar cuando, como en el caso de la Transición, estuvimos viviendo la historia día tras día y escribiéndola al mismo tiempo. Esto ocurrió, por ejemplo, con el nombramiento de Adolfo Suárez en 1976, que fue recibido negativamente por la prensa extranjera (y española). Se consideraba que no era el hombre adecuado para la tarea. Al año de su nombramiento, escribí una especie de rectificación.

Curiosamente, una de las señales del éxito de la Transición fue el cierre de la oficina española de algunos periódicos extranjeros después de 1978; las noticias que salían del país ya no eran tan decisivas, ni generaban titulares. Éste fue el caso, por ejemplo, de Los Angeles Times, cuyo corresponsal, Stanley Meisler, dijo en broma a un grupo de americanos en su comida de despedida que “Todas las ratas se van porque el barco no se ha hundido”. Menos mal que no lo hizo.

Algunos altos cargo del Gobierno y empresarios echan la culpa a algunas publicaciones anglosajonas serias por el deterioro de la imagen de España hoy. En tiempos de crisis siempre se busca un chivo expiatorio. Sería interesante analizar en el futuro el papel de la prensa extranjera en la crisis de hoy. En mi opinión, cumple su papel, igual que en la Transición, contando lo que uno ve con sus propios ojos.

(*) Ver http://www.transicio… para un relato personal.
http://www.elimparcial.es//elogio-de-la-prensa-extranjera-con-matices-105294.html