Los dirigentes de los 27 países de la Unión Europea (UE) tendrán la oportunidad en los próximos seis meses gracias a la presidencia chipriota de la UE, de conocer de primera mano la situación ridícula de este país, dividido desde la invasión turca en 1974 por la Línea Verde, patrullada por más de 900 soldados y policías de la ONU.
El problema de la reunificación de la isla está lejos de solucionarse y Ankara, que lleva siete años negociando sin apenas éxito su entrada en la UE, se niega a tener nada que ver con esa presidencia, ya que no reconoce a la República de Chipre. En palabras del presidente turco Abdulá Gül, la República de Chipre es un “país a medias, un país incompleto” que ha asumido una “presidencia a medias”.
El conflicto de Chipre, al igual que los del Sahara Occidental y Palestina, se ha convertido en sinónimo de contencioso internacional insoluble. También pone en peligro la entrada de Turquía en la UE y, al estar Chipre fuera de la OTAN y Turquía dentro, las diferencias entre ellos obstaculizan la cooperación entre la UE y el Pacto Atlántico.
El espinosísimo problema de Chipre, bién explicado en un libro (What Everyone Needs to Know, “Lo que cada uno necesita saber”) de James Ker-Lindsay publicado por Oxford University Press, lo agrava en la actualidad el contencioso por las prospecciones offshore de petróleo y de gas en la zona de Afrodita, que han enfurecido al gobierno de Ankara. Es posible que el yacimiento, situado en la zona económica exclusiva (ZEE) de la República de Chipre, sea rico en ambas materias primas. Lo ideal sería que toda esa riqueza energética fomentara las perspectivas de reunificación, no que las frustrara todavía más. Después de todo, Afrodita es la diosa del amor.
Para mayor complicación, la compañía operadora de Noble es en un 30 por ciento de capital israelí, ya que parte del yacimiento está en la ZEE de Israel. Mientras que las relaciones turco-israelíes, antes estrechas, se han deteriorado enormemente desde mayo de 2010, a causa del ataque israelí (en el que murieron nueve turcos) contra una flotilla de ayuda de bandera turca, que trataba de romper el bloqueo impuesto a Gaza, las relaciones entre Nicosia y Tel Aviv nunca han sido mejores.
Desde 2008, y a instancias del secretario general de las Naciones Unidas, Dimitris Christofias, presidente de Chipre, ha celebrado más de 150 reuniones con Dervi? Ero?lu, líder de la República Turca del Norte de Chipre, no reconocida internacionalmente, que ocupa un tercio de la isla, y con su antecesor Mehmet Alí Talat.
Los problemas que ambas partes califican de “esenciales” de la reunificación, aún pendientes, son la elección del Ejecutivo, el número de personas que serían ciudadanas de un Chipre unido y la propia concepción del régimen de propiedad (estrechamente relacionado con las cuestiones territoriales). En concreto, la invasión de 1974 provocó el desplazamiento de decenas de miles de greco-chipriotas y turco-chipriotas.
Christofias hizo algunos progresos con Talat, después del referéndum de 2004 sobre el plan de reunificación de Kofi Annan, exsecretario general de la ONU, y desde entonces las negociaciones “son de los chipriotas y ellos las lideran”, y la ONU facilita el proceso pero no lo dirige. El referéndum, mayoritariamente respaldado por los turco-chipriotas y masivamente rechazado por los greco-chipriotas, que veían en el plan un juego de suma cero, sobre todo beneficioso para la otra parte, se celebró una semana antes de que la República de Chipre entrara en la UE. Una vez garantizada la entrada en la UE, los greco-chipriotas no tenían incentivos para votar que sí.
Ambas partes comparten la idea de una “federación basada en dos zonas y dos comunidades”, pero, mientras que para los greco-chipriotas no sería una separación pura y dura de las dos comunidades sobre bases étnicas, los turco-chipriotas consideran que su futuro depende de contar con un territorio que sea exclusivamente suyo, o casi.
La devolución de todos los bienes a sus propietarios greco-chipriotas originales imposibilitaría la creación de una unidad federal turco-chipriota, y la creación de áreas étnicamente homogéneas, que desean los turcos de Chipre, perpetuaría la división de la isla, contraviniendo la libertad de movimientos y el derecho a asentarse en cualquier lugar de la UE que ésta propugna. La población de la comunidad greco-chipriota es 2,8 veces mayor que la de la TRNC, cercana a las 300.000 personas.
Para Turquía, la solución evidente es la partición, una palabra que también está calando entre la comunidad internacional. Sin embargo, esa situación penalizaría sin duda a los greco-chipriotas por la invasión turca de 1974, considerada contraria al derecho internacional. Moralmente, no estaría bien, pero ¿hay que condenar para siempre a los turco-chipriotas a vivir aislados, privándolos del derecho a la autodeterminación porque ambas partes carecen de voluntad política para alcanzar un acuerdo?
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