España y Inglaterra, vidas paralelas, hasta cierto punto

En un aspecto clave, España y mi país, el Reino Unido, son muy parecidos. Los dos publicaron este mes sus censos de población de mayor envergadura realizados cada 10 años y en ambos casos la mayor parte del crecimiento de sus respectivas poblaciones se ha debido a inmigrantes.

La población total de Inglaterra y del País de Gales creció 3,7 millones (+7%) hasta los 56,1 millones de habitantes entre 2001 y 2011, de los que el 60% se ha debido a inmigrantes (+2,1 millones), mientras que la población española aumentó el 14.6% en este mismo periodo, desde 40,8 millones hasta 46,8 millones, lo que supone el mayor crecimiento en una década jamás registrado en España.

El 62% del incremento de la población española (+3,7 millones de habitantes) se ha debido a la inmigración. Esta última cifra es la misma que el aumento total en la población de Inglaterra y el País de Gales y subraya el profundo cambio demográfico en España.

El aumento de nacionales se ha debido fundamentalmente al aumento de la esperanza de vida, la subida de las tasa de natalidad (sobre todo en el periodo 2005-2009 durante la última parte del boom económico) y al hecho de que muchos extranjeros hayan adquirido la nacionalidad española. Si uno incluye este último grupo como inmigrantes (no hay cifras publicadas), el flujo de extranjeros ha sido aún más intensivo.

Las caras de los dos países están cambiando a un ritmo vertiginoso. Británicos étnicos blancos en Londres, por ejemplo, han dejado de representar por vez primera la mayoría de la población. Hoy están en una minoría (el 45% de la población de Londres en comparación con casi el 60% en 2001). Más de una de cada tres personas que viven en Londres (el 37%), incluyendo a mi hijo de 31 años (nacido en México), no nacieron en el Reino Unido.

En España, más del 20% de las poblaciones de las provincias de Alicante y Girona son hoy extranjeros.

La primera vez que llegué a España en 1974 para trabajar, yo era uno de los aproximadamente 165.000 extranjeros que había en el país. Hoy soy uno de los más de 5,6 millones.

Otro cambio en el Reino Unido, indicado por el censo, es una población menos religiosa, a juzgar por los resultados publicados aunque la pregunta sobre la afiliación religiosa es voluntaria. El porcentaje de personas que se han identificado con el cristianismo cayó desde el 72% en 2001 hasta el 59% en 2011, a pesar del incremento en la población total. Esta religión fue la única que registró una caída durante los 10 años. Además, la cuarta parte de la población dijo que no estaba adherida a ninguna religión (el 15% en 2001).

El primer país de origen de inmigrantes entre 2001 y 2011 en Inglaterra y País de Gales fue India, seguido por Polonia. En 2001, fue Irlanda. Es de suponer entonces que ha aumentado la proporción de hindús.

En España, Rumania ha sido la fuente principal de inmigrantes. Su número aumentó de 57.533 en 2001 hasta 798.104 en 2011, seguido por marroquíes (desde 247.941 a 773.966).

No hay datos sobre la afiliación religiosa en el censo español, y desconozco si habrá, pero, igual que en el censo británico, es de esperar que menos personas se hayan identificado con el cristianismo y que la secularización de la sociedad avance progresivamente. Mientras el hinduismo ha crecido en el Reino Unido, en España ha sido el Islam.

La demografía española está cambiando, pero no la mentalidad de la jerarquía de la Iglesia Católica. Parece cierto que la Iglesia va a colmar su reivindicación de que se suprima la polémica Educación para la Ciudadanía (cursos similares existen en otros países europeos), lanzada por José Luis Rodríguez Zapatero. Además los alumnos que elijan no cursar la asignatura de Religión en los centros públicos (incluido en el Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede de 1979, y voluntaria) tendrán que estudiar una materia alternativa fuerte sobre valores culturales y sociales en primaria y valores éticos en secundaria (una manera de que la asignatura confesional no pierda alumnos).

La Iglesia espera ganar clientela, con el apoyo activo del PP. El mismo ministro de Educación, José Ignacio Wert, admite que el impulso que se pretende dar a la religión en la escuela con la eliminación de la Educación para la Ciudadanía es una “opción política”. La reforma supone un paso atrás.

Ha llegado la hora para otra opción política: retirar la asignatura de Religión del horario lectivo. Un Estado supuestamente laico no tiene la obligación de proporcionar enseñanza religiosa en los centros públicos en condiciones equiparables a las demás asignaturas fundamentales.
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