Mi entrevista con el Rey

En noviembre de 1977, siendo corresponsal de The Times de Londres, me resultó sorprendentemente fácil obtener una entrevista off the record con el Rey, el mayor objeto de deseo de los periodistas. Esto pudo deberse a que había conocido a su padre, Don Juan, Conde de Barcelona (en Madrid y en su casa del exilio en Estoril, Portugal), al cual le había pedido ayuda para escribir un perfil sobre su hijo al cumplir dos años la restauración de la monarquía.

En contraste, me fue imposible hablar directamente con Blas Piñar, líder de Fuerza Nueva, partido de la derecha más extrema que mantenía vivas las ideas de Franco tras su muerte. Notario de profesión, Piñar me hizo presentarle mis preguntas por escrito, y firmó cada página de sus respuestas como si estuviera legalizando un documento.

El Rey, nombrado por Franco y conocido indistintamente como Juan Carlos el Tonto o Juan Carlos el Breve, especialmente por los comunistas, apreciaba en nuestra conversación, divertido, un chiste que se contaba a su costa: “¿Por qué le coronaron en un submarino?” “Porque en el fondo no era tan tonto”.

Esta anécdota me vino a la mente al escuchar la semana pasada la entrevista con él hecha por Jesús Hermida. Hasta su desafortunada cacería de elefantes en Botsuana siempre tuve una alta estima hacia el Rey, a quien consideré una persona sensata y con un gran olfato político, y lejos de ser un tonto. Mi fe en él se reestableció cuando luego pidió perdón nada más salir del hospital, cosa que los monarcas no suelen hacer.

El incidente en Botsuana fue un punto de inflexión en los 37 años de la monarquía y probablemente influyó mucho en la decisión de hacer la Casa Real más transparente, incluyendo la primera entrevista pública en 12 años con el Rey, aunque el motivo oficial era celebrar los 75 cumpleaños de don Juan Carlos.

La conversación entre el Rey y Hermida, quien se mostró demasiado complaciente con don Juan Carlos con sus preguntas algo obvias y banales en forma consecutiva, no tuvo espinas, como era de esperar. Nada sobre Botsuana o la imputación del yerno Iñaki Urdangarin, este último caso mucho más dañino para la institución de la monarquía que la cacería de elefantes. En mi opinión, lo que más perjudicó a don Juan Carlos no fue gastar dinero en matar elefantes, siendo ser presidente de honor del World Wildlife Fund, y dejarse fotografiar al lado de uno de estos magníficos animales muerto, sino hacerlo después de haber dicho que el paro juvenil le “quita el sueño”. Este mostró una total falta de sensibilidad, algo sorprendente en un hombre muy sensible a los deseos de la gran mayoría de españoles después de la dictadura.

Gran parte de la entrevista con Hermida estuvo dedicada a los logros alcanzados en los 37 años desde la muerte de General Franco, que son muchos y muy conocidos. El problema para el futuro de la aún joven monarquía española (en comparación con la mía, la británica, que lleva varios siglos) es que la popularidad de don Juan Carlos ha caído entre los jóvenes, que no vivieron la llegada de la democracia ni el golpe militar del 23-F o la entrada en la Unión Europea. La alusiones en la entrevista a los sacrificios y sufrimientos de la generación del Rey (y de Hermida) en traer la democracia y al papel del padre de don Juan Carlos, don Juan, en asesorar a su hijo en la importancia de ser el “rey de todos los españoles”, probablemente cayeron en saco roto a esta “generación perdida” por tanto desempleo y bajos niveles de educación. Todo esto es historia no vivida para ellos.

Según el barómetro del CIS (una institución financiado por el Estado) de octubre de 2011, en el que la Monarquía obtuvo su primer suspenso, el 35,6% de los jóvenes entre 18 y 24 años tienen ninguna o muy poca confianza en la institución. Las cifras se invierten en el sector de la población de 55 a 64 años: el 45,6% situó entre un 7 y un 10 su nivel de confianza en la Monarquía.

Incluso en mi propia casa, mis dos hijos de 31 y 30 años, educados en Madrid hasta los 18 años y bastante identificados con España, a pesar de trabajar en Londres y Berlín bastante años, respectivamente, no sienten el mismo respecto para el Rey que yo.

No faltan entre los “indignados” del Movimiento 15-M, sin hablar de partidos abiertamente republicanos como Esquerra Republicana de Catalunya, personas que creen que la Monarquía es una institución anacrónica. Sería un desastre para el país reabrir un debate que divide sobre la institución de la Monarquía. Igual que los nacionalistas en Cataluña, quienes piensan que un estado independiente es la solución para todos sus problemas, una tercera república para España tampoco es la solución para los males del país.

Dicho esto, veo con buenos ojos que el Rey, a quien se nota el paso de los años y el peso de sus responsabilidades, ceda ya el trono a su muy preparado hijo, don Felipe. No debería de seguir el ejemplo de Franco y morir con las botas puestas.
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