“Nunca hubiera creído que con 60 años cumplidos me quedaría en un pueblo de Brasil, atendido por una mujer negra descalza y a miles y miles de todo mi vida precedente, de mis libros, conciertos, amigos y conversación.” Así se pronunció el escritor judío austriaco Stefan Zweig (1881-1942) pocos meses antes de suicidarse junto con su mujer.
La vida trágica de Zweig, prolífico autor de libros maravillosos, como “El mundo de ayer” (su autobiografía, un panegírico a la cultura europea que consideraba para siempre perdida), biografías (de María Antonieta, Balzac y Erasmo), relatos y novelas cortas como “Miedo” y “Ardiente secreto”, está contada en The Impossible Exile: Stefan Zweig at the End of the World (“El exilio imposible: Stefan Zweig en el fin del mundo”), escrito por George Prochnik y publicado por Other Press. Es uno de los libros más estremecedores que he leído.
Zweig, hijo de un acaudalado fabricante textil, era uno de los autores más conocidos mundialmente, y como intelectual comprometido se enfrentó con vehemencia y valentía contra las doctrinas nacionalistas y el espíritu revanchista después de la Primera Guerra Mundial. Tras el aumento del nazismo en Austria, en particular las leyes de higiene racial que prohibían a los judíos sentarse en bancos públicos en Viena, y la quema de sus libros en Alemania junto con los de Thomas Mann (algo que Zweig consideró un “honor”), se trasladó al Reino Unido.
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939 fue declarado “extranjero enemigo”, a pesar de ser austriaco y no alemán (Alemania había invadido Austria en 1938). Con sus movimientos restringidos, tuvo que conseguir un permiso especial para viajar desde Bath a Londres, una distancia de unos 200 kms, para dar el elogio en el funeral de su amigo, el también exiliado Sigmund Freud. Del Reino Unido, Zweig y su joven mujer Lotte se fueron a los Estados Unidos en 1940 y de allí a Brasil.
El libro de Prochnik, profundamente investigado y escrito con elegancia, es mucho más que una biografía de Zweig. El autor hace referencias pertinentes a la vida de su padre judío en Viena que se salvó del Holocausto gracias al abuelo de Prochnik, un médico que recibió un soplo de un paciente nazi quien le avisó que los miembros de su familia estaban en una lista de la Gestapo e iban a ser detenidos al día siguiente. La familia se escondió y consiguió viajar a Suiza y luego a los Estados Unidos. El libro es también una meditación sobre la naturaleza del exilio.
A pesar de sus experiencias y búsqueda constante de un país donde refugiarse, Zweig no se convirtió en un sionista. Es más, estaba en contra de establecer una nación para los judíos porque creía que su “verdadera misión es la asimilación total.” El humanista Zweig era una especie de “ciudadano del mundo”.
Cuando llegó a Brasil en su primera visita para dar conferencias, casi como un apátrida, era tan famoso que recibió una acogida digna de un jefe de estado. Se mudó a Brasil en 1940 para vivir supuestamente para siempre en las afueras de Río de Janeiro, en Petrópolis, en un modesto bungaló, rodeado de plantas tropicales abundantes. El país le encantó, en particular el nivel de tolerancia y mezcla de razas. “Si el paraíso existe en algún lado del planeta, ¡no podría estar muy lejos de aquí!”, escribió en su libro sobre Brasil, “La tierra del futuro”, sin saber que en 1937 el Estado Novo del Presidente Vargas había emitido una circular secreta restringiendo los visados para personas de origen semita, salvo para gente bien conocida como Zweig.
Pero el paraíso duró poco tiempo. En menos de un año, deprimido y temeroso de que el nazismo fuera a dominar el mundo, tanto él como Lotte se suicidaron después de tomar un dosis fatal de Veronal. En una clara referencia a Europa, y en particular a Alemania, escribió: “La máxima expresión de organización no ha impedido a las naciones usar este poder solamente en interés de la bestialidad”.
En el libro, se ve a la pareja en una foto tomada por la policía en su lecho de muerte, ella con su mejilla descansando sobre el hombro de él.
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