El oro llega a mi barrio

En los 25 años desde que regresé a Madrid, he sido testigo de muchos cambios en el barrio donde vivo (en la colonia privada de hotelitos por debajo del “Pirulí” al lado del Parque de la Fuente del Berro).

La calle Marqués de Zafra, la calle principal más cercana a mi casa, ha sido y sigue siendo un microcosmos de algunos de los cambios producidos en el país. Que esta calle (de unos 500 metros) tenga 12 bares/restaurantes, en un país con probablemente más bares por metro cuadrado que cualquier otra nación europea, no es noticia. Dos de los bares están en manos desde el año pasado de una familia china y otra rumana, y esto sí es novedoso. Encima, hay siete tiendas chinas, cuatro fruterías y dos locutorios gestionados por inmigrantes de América Latina. Ninguno de estos establecimientos, ni un restaurante japonés, existían cuando regrese a Madrid en 1986. Tampoco había en esta calle tres cajas de ahorro que hoy, por su debilidad financiera, son fuente de tanta preocupación en los mercados internacionales.

No sorprende que rumanos y chinos estén empezando a llevar negocios que tradicionalmente eran del dominio de los españoles. Según las últimas cifras oficiales, hay más de 800.000 rumanos empadronados en España (la comunidad más numerosa) y unos 170.000 chinos (la cifra real, incluyendo ilegales, se estima en 240.000). A diferencia de los rumanos, que por ser miembros de la Unión Europea tienen el derecho automático de vivir y trabajar en España, los chinos necesitan permiso de residencia.

Lo más llamativo, sin embargo, es la llegada de una tienda, debidamente llamada “El Marqués del Oro”, para comprar oro, plata, papeletas de empeño, relojes de primeras marcas y de bolsillo. Según reza el anuncio puesto en los coches estacionados en el barrio (en papel amarillo como el color del metal), “pagamos hasta 25 euros el gramo” de oro.

El oro ha sido la gran inversión en los últimos años para los más listos. Siempre ha sido un refugio en tiempos de crisis, guerras y alta inflación cuando otras inversiones — acciones en las Bolsas, renta fija y propiedades — por distintas razones rinden poco o generan perdidas. Un conocido mío vendió su piso en la Calle Velazquez e invirtió todo el dinero de la venta en oro. Duplicó su inversión en un par de años.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el sistema de Bretton Woods fijó el dólar americano a 35 dólares por onza de oro. Esto duró hasta 1971 cuando la administración de Richard Nixon unilateralmente suspendió la convertibilidad del dólar al oro y estableció un sistema “fiat” (dinero que tiene valor solamente debido a las regulaciones o leyes del gobierno). La última moneda en disociarse del oro fue el franco suizo en 2000.

Entre 1979 y 2008, cuando el mundo desarrollado entró en crisis, el precio de una onza de oro subió de 37 dólares a 865 dólares, un incremento del 2.238 por cien en comparación con una subida de 946 por cien en el índice Dow Jones Industrial Average (DJIA). En marzo de 2008, el pecio de oro superó los mil dólares pero en términos reales (descontando inflación) estuvo aún por debajo de su nivel máximo en 1981 de 599 dólares (equivalente a 1.417 dólares de 2008). En noviembre pasado el oro alcanzó 1.421 dólares. Hoy está en unos 1.337 dólares.

Según algunos expertos, la formación de un burbuja en el precio de oro es posible si continúan los mismos factores que han empujado el precio hasta ahora. El precio de 2,000 dólares la onza esta considerado como la señal de una burbuja. Queda mucho para alcanzar este precio. Estaré al tanto del “Marques de Oro” y si algún día veo que se ha cerrado lo tomaré como una indicación de la llegada de una burbuja.

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