Tony Judt: un moralista con coraje

En septiembre de 2008, al gran historiador británico Tony Judt le fue diagnosticado una esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Se fue paralizando progresivamente de cuello para abajo. Le costaba tragar, hablar, sujetar la mandíbula. Necesitaba ayuda para todo. Pero siguió lúcido, lo que le permitió asistir día a día consciente a su proceso degenerativo. Había publicado, entre otros libros, “Posguerra: una historia de Europa desde 1945”, en el que relata cómo un continente dividido y en ruinas logró convertirse en una región de paz y prosperidad en el mundo. Quería escribir un historia intelectual y cultural del pensamiento social del siglo XX, pero tenía serias dudas de si seria capaz de terminarlo.

Un día su amigo, el historiador Tim Snyder, autor de “Tierras de sangre. Europa entre Hitler y Stalin”, le propuso que hacer el libro en forma de largas conversaciones entre ambos. Durante 2009 Snyder viajó en tren cada jueves desde New Haven, donde es catedrático en la Universidad de Yale, a Nueva York, donde Judt era catedrático en la Universidad de Nueva York (NYU), y grabó sus conversaciones que luego fueron editadas. El resultado es Thinking the Twentieth Century (“Pensando el Siglo XX”), publicado este mes por William Heinemann, el segundo y último libro póstumo de Judt quien murió en 2010. El otro es The Memory Chalet, que reúne unos ensayos sobre su vida y formación publicados en la New York Review of Books.

“Pensando el Siglo XX” combina de una forma amena la autobiografía de Judt, su pensamiento social demócrata, cuyas virtudes celebró en “Ill Fares the Land”, publicado unos meses antes de su muerte, y un análisis agudo de gran parte del siglo XX. Judt urde sus propias experiencias con la historia del siglo pasado. Cada uno de los nueve capítulos empieza con algo de su propia vida. Los títulos de los capítulos resumen su evolución intelectual: un judío que cuestiona; escritor inglés; marxista político; sionista en Cambridge; intelectual francés; liberal de la Europa del Este; historiador europeo, moralista americano y socialdemócrata.

Sus padres, judíos nacidos en Londres (la madre) y Amberes (el padre) y ambos con raíces familiares en Europa del Este, le llamaron Tony en recuerdo a una prima de su padre, Toni, quien murió en Auschwitz. El Holocausto era algo muy presente en el hogar de Judt desde muy joven y algo que le hizo sentir diferente. “Por un lado no éramos como los otros judíos por no tener amigos judíos y porque llevábamos una vida decididamente inglesa. Pero tampoco podíamos ser como nuestros amigos no judíos, sencillamente porque éramos judios”. Sus padres se trasladaron desde un barrio muy judío en el oeste de Londres a Putney, donde había muy pocos judíos.

Judt siempre se consideró a sí mismo un outsider (excluido) hasta cierto punto durante toda su vida y no sólo por ser judío. En algunos círculos profesionales, fue considerado un historiador poco ortodoxo.

Mientras estudiaba en la Universidad de Cambridge en los años 60, era sionista. Trabajó en un kibutz en Israel y fue intérprete en el ejército israelí durante la guerra de seis días en 1967. Años después, en 2003, siendo ya un famoso intelectual público, escribió un ensayo para el New York Review of Books sobre el conflicto entre israelíes y palestinos en el que argumentó que el Estado de Israel se había convertido en un “anacronismo” y abogó por la creación de un Estado compartido entre árabes e israelíes. Provocó la ira del potente lobby judío en los Estados Unidos y fue considerado un “Judío anti-semita”.

El mensaje central de su libro es la crítica a lo que Judt llama “el pecado intelectual del siglo: emitir juicio subjetivo sobre el destino de los demás en nombre de su futuro.” Lenin, Hitler, Stalin and Mao fueron gángsters y tiranos abominables y sus intelectuales defensores fueron también culpables.

“Es de enorme importancia para una sociedad abierta familiarizarse con su pasado,” escribe Judt. “La manipulación de la Historia ha sido una característica común de las sociedades cerradas del siglo XX, fueran de izquierdas o de derechas. La falsificación del pasado es la forma más antigua de controlar el conocimiento”.

Son palabras que tienen bastante resonancia en la España de hoy.
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