Más de tres años después de abrir el último capítulo de su interminable proceso de adhesión a la UE, Turquía ha abierto finalmente otro, pero hay cuatro medidas del Gobierno de raíces islamistas de Recep Tayyip Erdogan que chocan claramente con la vocación europea.
Primero, como miembro de la OTAN desde 1952, la decisión de comprarle un sistema de defensa de largo alcance a una empresa china sancionada por infringir la ley de no proliferación que se aplica a Irán, Corea del Norte y Siria ha escandalizado a Washington y a Bruselas. Segundo, Erdogan ha pedido al presidente ruso, Vladimir Putin, que Turquía (miembro de la Unión Aduanera de la UE desde 1996) pueda formar parte de la Organización de Cooperación de Shanghái. Tercero, el partido gobernante, Justicia y Desarrollo (en el poder desde 2002), ha dejado de ser un observador en el Partido Popular Europeo, organización de centro-derecha que constituye el grupo más numeroso del Parlamento Europeo (el Partido Popular forma parte de él, al igual que 18 de los 27 jefes de Estado y de Gobierno de la UE), y se ha unido a la euroescéptica Grupo de Conservadores y Reformistas Europeos. Carl Bildt, el ministro de Asuntos Exteriores sueco, que está a favor de que Turquía se convierta en miembro de pleno derecho, ha tachado la acción de “profundamente estúpida”. Y cuarto, Erdogan sigue adelante con su programa político socialmente conservador; con su última intrusión en la vida privada de los ciudadanos, pretende acabar con los pisos mixtos de estudiantes universitarios que hay fuera de los campus.
Además, el “problema de Chipre” sigue sin resolverse. El presidente Nicos Anastasiades y el dirigente turcochipriota Dervis Erioglu se reunieron a finales del noviembre en Línea Verde de separación creada en 1974 tras la invasión turca de la isla, pero no lograron ponerse de acuerdo ni siquiera para emitir una declaración conjunta que reactivase las negociaciones sobre la reunificación de Chipre, que llevan 18 meses en un punto muerto.
Resolver este conflicto no es un requisito para que Turquía se una a la UE, aunque sí que Ankara abra sus puertos y aeropuertos al tráfico griegochipriota, pero no cabe duda de la buena voluntad que generaría un acuerdo de reunificación fructífero. Como consecuencia de la negativa por parte de Erdogan a aplicar el Protocolo de Ankara de 2005 y ampliar la unión aduanera hasta Chipre, miembro de la UE desde 2004 (y por tanto reconocer la República de Chipre), ocho de los 35 capítulos siguen bloqueados por la Comisión Europea. Otros capítulos están bloqueados por Chipre y Francia. Solo se han abierto 14 capítulos en ocho años para negociar el acceso y uno se ha cerrado temporalmente.
Turquía se está revelando como un eje energético importante para la UE. Si Ankara y Nicosia pudieran resolver todas sus diferencias, no solo se aceleraría la entrada de Turquía en la UE, sino que ello significaría que las importantes reservas de gas descubiertas en 2011 en el Mediterráneo Oriental, en el Campo de Afrodita (cerca del igualmente importante Campo de Leviatán de Israel), podrían exportarse a Turquía y luego a una Europa igualmente muy necesitada de energía. Un gasoducto hasta Turquía sería la solución más barata y fácil, pero mientras las tropas turcas sigan ocupando un tercio de la isla, eso no sucederá. Un gasoducto entre Israel y Turquía también es una quimera. La retórica de Erdogan, en ocasiones de tintes antisemitas, sigue enfureciendo al Gobierno de Israel.
Y por si esto fuera poco, la política exterior turca de “cero problemas con sus vecinos” está hecha pedazos. En el último ejemplo de esto, el embajador de Turquía en Egipto fue expulsado en noviembre como consecuencia del continuo apoyo por parte de Ergogan hacia el depuesto expresidente Mohamed Morsi, líder de la Hermandad Musulmana. Para hacerse una idea de lo excepcional que es este suceso, piensen en el hecho de que El Cairo nunca ha expulsado al embajador de Israel, ni siquiera durante épocas de gran tensión como la segunda intifada.
Mientras tanto, la libertad de prensa en Turquía sigue tremendamente coartada, con más de 60 personas encarceladas, muchas en virtud de una ley antiterrorista muy restrictiva pensada principalmente para los kurdos. Cuando hace poco asistí a una conferencia en Estambul, un periodista turca me buscó para contarme en voz baja que no podía ejercer libremente su profesión, y no era un activista kurdo.
El tortuoso proceso de adhesión de Turquía a la UE vuelve a estar encarrilado, pero el Gobierno insiste en tomar caminos que constituyen un obstáculo para la vocación europea del país y Erdogan sigue siendo una figura que genera distanciamiento y polarización.
http://kioskoymas.abc.es/noticias/opinion/20131228/abcp-turquia-paso-adelante-atras-20131228.html